DOUALA-MELONG

En Douala, capital económica de Cameroun, no para de llover. Estamos en la época de lluvias (de abril a octubre), y a pesar del verano y las temperaturas tropicales, el chaparrón intermitente ha creado numerosos agujeros y baches en las carreteras de tierra que algunos chavales se animan a cerrar con paletadas de tierra a la espera de la moneda que los conductores les pudieran dar en agradecimiento.

Tras un desayuno abundante hemos cogido la furgoneta que nos traslada hasta el embarcadero donde tomaremos una piragua para hacer una excursión fluvial por el río Wouri, el «río dos camaroes» o de los camarones (gambas), mítico río por donde penetraron los primeros exploradores portugueses en el siglo XV, y que dio lugar a la denominación de los cameruneses.

En el embarcadero vemos la gran actividad extractiva de arena para la construcción , con piraguas y pértigas, dada la poca profundidad del río Wouri. Allí hemos tomado un refresco a cubierto mientras no dejaba de llover aunque ya nos hemos acostumbrado a mojarnos con los fuertes aguaceros y secarnos en cuanto para de llover y sale el sol. En el embarcadero hemos conocido a un rastafari que va a ser nuestro guía y cocinero en Bonendale, una localidad donde de modo disperso se agrupan las casas de pescadores y artistas, algunos con reconocimiento en el mercado europeo del arte.

Me han sorprendido los enterramientos de los douala o sawa, que debido a las diferentes creencias que conviven en Bonendale son de diferentes características, eso sí, siempre erigidas delante de las casas que habitaron. Algunas casas ya abandonadas tras la muerte del propietario se encuentran como las tumbas llenas de maleza y árboles que las invaden junto al musgo que trepa por sus paredes. Es todo un espectáculo ver las influencias religiosas de los diferentes propietarios en la construcción de sus tumbas observando diferencias entre evangelistas, musulmanes, cristianos y animistas, que igualmente disponen de diferentes templos . Admiro no sólo su respeto religioso, sino su modo de entender el mundo, la vida y la muerte.

Almorzamos en casa de la familia rastafari, al aire libre y con música reggae. La hija me enseñó de donde procedían algunos de los alimentos que íbamos a comer y cómo se manipulaban. Sobre la mesa se acumulan los platos de pollo y pescado junto a una verdura parecida a la espinaca, ensalada de zanahoria y cebolla y las patatas fritas. De postre la omnipresente piña, el mango, la guayaba, etc.

Tras el almuerzo volvimos a la carretera siguiendo la ruta hacia las tierras fértiles del oeste de Cameroun. La región suroeste fue donde se asentaron los colonizadores alemanes en el siglo XIX debido al buen clima (ausencia de paludismo) y a la fertilidad de la tierra (región volcánica). Las etnias de la zona son de habla bantú, y pertenecen a las etnizas Bakossi y Mbo. En el camino hasta Melong, capital del café camerunés y donde nos disponíamos a dormir, nos tropezamos con numerosos puestos de fruta fresca (piña, guayaba, plátano, sandías, papaya, cítricos, etc.).

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