EL VALLE DE LOS INGENIOS

 

Estando en Trinidad (Cuba), no podía desperdiciar la oportunidad que me brindaba el ferrocarril para conocer el Valle de los Ingenios, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988, junto con el Centro Histórico de Trinidad. El valle es un verdadero museo de la industria azucarera cubana, con las ruinas de ingenios, torres, calderas y otras instalaciones. En este valle, desde el siglo XVII hasta el XIX, se asentó la aristocracia criolla, que se dedicaba a la industria azucarera en gran escala, entre 75 mil y 140 mil arrobas de caña por caballería, basadas en el trabajo esclavo.

Esa mañana de camino a la estación, en el noreste de la ciudad, sorteando puestos de jugos, llegué hasta una pequeña construcción que hacía las veces de sala de espera y expendeduría de tickets para el tren que nos llevaría primero a Manaca Iznaga y después a un ingenio azucarero convertido en museo.

Una vez acomodado y tras media hora de espera el tren arrancó hacia su destino, mientras en el bar encajado en una esquina del vagón, donde se servían cervezas y mojitos, un amable guajiro desgranaba todo su repertorio de canciones y animaba a cantar antes de pasar la gorra. En la zona existieron 44 ingenios de azúcar que le dieron tal auge económico a la región que Trinidad llegó a ser considerada la tercera ciudad en importancia en el país, después de La Habana y Santiago de Cuba.

Pude apreciar el paisaje durante el trayecto ferroviario hasta llegar a la hacienda de Manaca-Iznaga con su famosa torre edificada en 1816, y que, con sus 45 metros de altura, marcaba con su campana el inicio y fin de los trabajos en las plantaciones de caña de azúcar; aunque también me interpretaron que tenía como función vigilar a los esclavos que trabajaban en los cortes de caña.

La segunda parada la hicimos en un ingenio convertido en museo al aire libre y donde nos ofrecieron un zumo de caña delicioso con el que realizar el recorrido por entre las ruinas industriales.