LAS VACACIONES

Otra vez la duda de si nos vamos o nos quedamos. Todavía indecisos, nos movemos por impulsos colectivos que, alimentados por la publicidad, nos llevan y nos traen de un lugar a otro, y todo durante tres escasas semanas que son el mínimo reglamentado para los trabajadores activos. Trabajadores que hacen números con su paga extraordinaria a fin de dar salida a todas las manifestaciones de consumo con las que les han alimentado con anterioridad. Y así, según sea nuestro nivel adquisitivo y capacidad de afirmación, elegiremos un lugar del planeta, del continente, del país o de la provincia para sentar nuestros reales. Unos se irán a países lejanos y otros al pueblo cercano. Unos se moverán constantemente y otros se harán sedentarios en un lugar. Unos a la montaña y otros al mar. Solos o bien acompañados de nuestra pareja o de nuestra familia emprenderemos un viaje con retorno.

Por su parte, menores y jubilados se disponen a sufrir y gozar en este tiempo que se ha declarado como de descanso, y que contradictoriamente es de hiperactividad y trabajo para estos colectivos. Unos por la fuerza y el ímpetu de su juventud y otros por la demanda de apoyo solicitado por los familiares, que descargan en los mismos las labores cotidianas de las que se sienten responsables el resto del año. Al finalizar este periodo vacacional observamos cómo se distinguen los diferentes colectivos según se manifiesten disgusto, cansancio, ansiedad o satisfacción, porque para todos, la vuelta a la cotidianidad no significa lo mismo, dependiendo de las expectativas que tengan y de la experiencia acumulada en esas fechas.

Para quienes no se desplazan por cualquier motivo, como el muy habitual de no disponer de recursos económicos, puede ocurrir que, sin embargo, dispongan de un capital cultural que les permite transformar ese tiempo no laboral en ocio creativo, que les alimenta su espíritu tanto como los desplazados alimentan sus cuerpos. Aunque no olvidamos que España aún tiene un agujero negro de incultura basada principalmente en la televisión e Internet, que desgraciadamente no satisface ni llena, pero contenta con artilugios de entretenimiento fugaz.

TRADICIONES FESTIVAS

Ya han pasado las fiestas locales, regionales, junto al puente y la semana, cuando no la quincena, en las que como manda la tradición, una buena colección de logroñeses parte con premura hacia las playas levantinas para recalar en la ciudad por excelencia que es Benidorm. Y esto a pesar de que inevitablemente hemos disfrutado, reído, jugado y representado todos los papeles que nos han dado en cualquiera de los escenarios festivos, y desde nuestra más temprana infancia hasta bien entrada nuestra adultez. También, llegados a este punto, nos hemos aguantado, aburrido y sufrido con las mismas fiestas en las que antaño nos sumergíamos con pasión.

Y es que, en definitiva, en tiempos de masificación y estandarización de las fiestas nos encontramos en ese espacio-tiempo liminal en que ni amamos ni odiamos el periodo festivo, pero que nos impele a huir, a salir y encontrar una oportunidad de disfrute del tiempo de fiesta, aunque en otra dimensión alejada de la que nos propone periódicamente la ciudad. Siempre hay esperanza.

Si tuviéramos más vuelos o más trenes, con salidas programadas a los diferentes lugares que se  representen como la antítesis de la cotidianidad del acontecer festivo, ya conocido e interiorizado tras un cúmulo de experiencias de todo tipo, estoy convencido que la ciudad quedaría convertida en ese gran teatro, en el que salvo los actores, todos los asistentes son paradójicamente ajenos a la ciudad y a su tradición festiva, la cual encuentran estimulante, mientras que los lugareños serían los foráneos en sus destinos, que disfrutarían por su novedad.

De todo esto son conscientes las agencias de viaje, que ya desde el comienzo de la primavera promueven tours y/o viajes individuales para todos aquellos ciudadanos que saben aprovechar la ventaja del tiempo festivo local para salir, precisamente de ese entorno inhábil para el trabajo, pero válido para el ocio y el descanso. Y no sólo la hostelería, también las compañías teatrales, musicales o de danza, aprovechan ese tiempo festivo para expandir sus actuaciones y aumentar su bolsa y prestigio. Y es que hay tradiciones festivas que crean empleo y riqueza, expandiéndose por toda la geografía del turismo patrio.

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