AHORA, VERDES DE LA RIOJA

Me dirijo a las personas que todavía se creen cuanto dicen los partidos políticos convencionales acerca de la crisis económica. Estos partidos convencionales son partidos productivistas, es decir, creen en un sistema basado en la producción masiva de mercancías, consumo excesivo y desaforado de las mismas y, utilización hasta el agotamiento de recursos y materias primas. Son partidos que repiten que esta crisis económica es una crisis coyuntural porque nació tras una crisis financiera, propia de un mercado especulativo en el que los bancos y las entidades financieras no asumieron las pérdidas sobre el capital arriesgado, aunque una vez los Gobiernos cubran las deudas y salven el sector, volverá a fluir el crédito y remontará la actividad económica.

Según estos salvadores de los beneficios financieros, la crisis económica se acabará cuando empecemos a crecer mejorando positivamente nuestro PIB, aunque para ello es necesario aumentar nuestra productividad, moderar los salarios y aumentar las reformas laborales que nos sitúen en una posición aún más débil frente a los intereses de los poderosos grupos y corporaciones industriales y financieras. Además, aventuran como loros que tiene bien aprendida la lección, que esto de la crisis económica no es más que un estadio cíclico dentro de un ciclo histórico de la economía en el que se dan periodos de crecimiento y periodos de recesión. Ahora estaríamos saliendo del peligro de recesión y estaríamos entrando en un periodo de crecimiento muy moderado, en el que desgraciadamente no se crea empleo entre los millones de desempleados y, a la postre, excluidos del sistema. Y como la máxima dice que todo lo que baja sube y todo lo que sube termina por bajar, pues en algún momento subirá el PIB y en cualquier momento bajará el paro. Olé con los analistas económicos.

Claro, como la Unión Europea manda (o quizás sea el Banco Central alemán), el caso es que hay que ayudar a la clase empresarial para que se anime a crear empleo y, para ello, nada mejor que poner la pica de la reforma laboral y del sistema de pensiones. Y en esas creíamos que estábamos cuando añaden que no es suficiente y que para crear empleo (porque con las medidas anteriores no ha habido suerte), hay que profundizar en las reformas (en lo que están de acuerdo todos los partidos), moderar los salarios (durante al menos diez años señalaba el Ministro de Trabajo hace pocos días) y, asociar estos a la productividad.

Vamos, que la CEOE está que se sale: un sueldo básico más incentivos según objetivos que marcará el empresario. De paso, se acaba con esa facultad nefasta para la competitividad de las empresas y que otorgaba fuerza a los sindicatos en la negociación colectiva. Se acabó con la negociación colectiva como no sea vinculada a objetivos de productividad empresarial. La repera es que las reformas las proponga el partido socialdemócrata (PSOE) dándole margen al partido conservador (PP) para que cuando gobierne amplíe la reforma, endureciendo aún más las condiciones con la justificación de crear empleo.

Este es el escenario que personas de buena voluntad han creído o han querido aceptar porque eran los partidos convencionales, los partidos democráticos, los que adoptaban el papel de portavoces del sistema repitiéndolo hasta la saciedad. Pues bien, Verdes de La Rioja-ECOLO desmontan esta falsa idea de que la crisis es coyuntural y afirman que esta crisis es estructural, del sistema en su conjunto, porque la crisis es ecológica, social y económica. Estamos destruyendo el planeta, las temperaturas son más extremas, el clima cambia, el petróleo se acaba y la calidad de vida se ve negativamente afectada. Al mismo tiempo, el paro y la pobreza sigue aumentando, mientras los principales responsables de la crisis financiera siguen pregonando las mismas recetas, con los mismos beneficios para unos pocos, a costa de las personas y colectivos más desfavorecidos, de las generaciones futuras y de la naturaleza.

Es una crisis global que afecta a la credibilidad de los partidos políticos, por la corrupción, por la falta de transparencia, por la pérdida de confianza. Es una crisis social porque ha aumentado la infelicidad, la violencia machista, el racismo, el maltrato del débil, la exclusión y la marginación. Ante un cambio global, ya no valen antiguas soluciones para los nuevos retos. Más aún, la crisis del sistema es una gran oportunidad para empezar la transición hacia otro basado en la justicia social y ambiental y que sirva para solventar los problemas acuciantes de la ciudadanía: crear empleo verde, mejorar la calidad de vida, luchar contra la corrupción, etc. Para alcanzar esta meta en nuestra comunidad, en nuestros pueblos, ciudades y barrios, desde Verdes de La Rioja-ECOLO y el movimiento verde europeo apostamos resueltamente por una transformación ecológica, social y democrática de la sociedad.

Ahora, Verdes de La Rioja-ECOLO

GAROÑA NO ME PONE

El pasado día dos de marzo, la planta nuclear burgalesa de Santa María de Garoña cumplió su cuadragésimo aniversario desde que en el año 1971 se puso en marcha. La central fue diseñada para unos 25 años, pero como esa vida útil acabó ya (la última autorización de funcionamiento se agotó en julio de 2009) se inventan lo de vida útil de servicio que permite alargar inútilmente la vida de esta central, hoy hasta 2013 y mañana, según calculan los lobbys nucleares, pues hasta 2030, cuando podría llegar a sexagenaria.

Tanto el gobierno socialista que ha priorizado el beneficio económico de las compañías propietarias (Endesa e Iberdrola) antes que la seguridad y el bienestar de los españoles, como la oposición del PP manifestando abiertamente que la energía nuclear es necesaria y segura, responden a los intereses de los lobbys nucleares representados por estos dinosaurios de la política que son los bien pagados Felipe González y Aznar. Por supuesto que los líderes regionales de ambos partidos, especialmente el defensor de los riojanos y la identidad riojana, el señor Sanz, no han dicho esta boca es mía. Faltaría más. De eso no se habla sin permiso de los jefes como nos sea para repetirnos hasta el aburrimiento el mantra preferido: las centrales nucleares son seguras y su energía necesaria. Además, Haro se encuentra a 52 Km. y Logroño a 112 Km., por lo que si hay un escape radiactivo nos da tiempo a abandonar esta tierra del vino antes de que se convierta en un parque temático con radioactividad suficiente para unos cuantos miles de años.

Ahora mismo señalan los políticos y expertos de la cosa, que se van a revisar los sistemas de seguridad de todas las centrales nucleares. Incluso van a encargar estudios sobre posibles movimientos sísmicos, ataques terroristas, caída de meteoritos, etc., como si eso no lo hubieran hecho desde hace años. Casi desde su primer día de funcionamiento ya hablaban de la seguridad de las centrales nucleares. Pero es que la única seguridad que se puede ofrecer es el cierre completo de todas las plantas nucleares. Es la única posibilidad de garantizar la supervivencia del planeta. Además, el uso de las energías limpias de verdad, de las renovables, de las que no crean problemas de seguridad nacional, es necesario y su coste más barato.

De siempre, pero con más razón ahora, la energía nuclear no se puede incluir, como muchos pretenden, en un modelo energético limpio, seguro y sostenible. De nada ha servido la seguridad que mostraban las plantas nucleares de Fukushima con un reactor como el de Garoña, con un pésimo sistema de contención, pues los sistemas de refrigeración de emergencia del núcleo del reactor funcionan con electricidad; pero estos quedaron afectados tras el terremoto y, según el protocolo de seguridad, deberían haber entrado en funcionamiento inmediatamente los generadores diesel de emergencia de la central. Mas estos tampoco funcionaron. Entonces, empezó la cuenta atrás. El combustible nuclear, sin ser refrigerado activamente, empezó a sobrecalentarse. El agua en el interior de la vasija del reactor empezó a evaporarse, el vapor a aumentar la presión del interior de la vasija, y el combustible al descubierto sin agua que lo enfriase. Este fue el principio de un accidente por pérdida de refrigerante, el peor que se puede dar en una central nuclear. De esos que, según la industria nuclear, nunca pueden ocurrir. Ja, ja, ja. Incluso no se puede descartar que la situación pueda avanzar hacia una fusión total del núcleo de la central, como se dio en Chernobyl. Todo este proceso podría ir muy rápido o tardar varios días, dependiendo del estado del sistema de refrigeración que no refrigera. Tela marinera.

Hasta hace pocos días los lobbys nucleares habían comenzado la campaña de “hay que abrir el debate nuclear”; es decir, hay que construir más centrales nucleares y hay que prolongar la vida de las existentes. Pero este debate naufragó en el tsunami japonés. En ese momento, los políticos avezados, saben por situaciones similares que se trata de dar información con cuenta gotas, filtrada, y de machacar con todos los medios a su alcance a través de las declaraciones de expertos independientes que aseguren que eso sólo pudo ocurrir en Chernobyl o en Fukushima, porque la seguridad de nuestras centrales es constantemente verificada y, además, vamos a seguir aplicando aún más seguridad, bla, bla, bla, etc., etc.

Ya no me pone Garoña, ni los expertos independientes, ni mucho menos los lideres políticos bien pagados, ni por asomo los mudos políticos regionales. Hoy día tan sólo la ecología política ha mantenido un discurso éticamente honesto, al advertir que uno de los mayores retos a los que se enfrentará la Humanidad en las próximas décadas será el cambio del modelo energético, porque el actual modelo, basado en los combustibles fósiles y la energía nuclear, está llevando al mundo a una crisis ecológica sin precedentes. Por ello es necesario y urgente superar el actual modelo, donde no hay espacio para las centrales nucleares, que de modo ordenado pero urgente deberán cerrarse y ser sustituidas por las energías limpias y renovables.

 

 

BUENOS NEGOCIOS EN LIBIA

El copresidente del Grupo Verde europeo Daniel Cohn-Bendit ha denunciado la hipocresía de los gobiernos europeos por no reconocer y ayudar al Consejo Nacional de Transición Provisional (CNTI) constituido por la oposición al coronel Mouammar Gadhafi, única fuerza que puede llevar la democracia a Libia. Esta medida debería acompañar otras que brindaran apoyo a los refugiados libios dejándoles entrar en la Unión Europea. Cohn-Bendit reclamó en el Parlamento Europeo la intervención de Catherine Ashton, coordinadora de la política exterior europea, para que elevara esa petición a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete, pero Asthon se sacudió las críticas a la lentitud y debilidad de la posición europea con un «Corresponde al Consejo de los jefes de Estado y de Gobierno tomar la decisión». Cerró el debate sobre el reconocimiento del CNTI libio, con un lacónico “Reconocemos Estados, no Gobiernos”.

Como era de esperar, tras años de hipocresía e intereses económicos con Gadhafi (¿dónde estará ese caballo árabe que le regaló a Aznar por ser el primer líder occidental en visitarle en Trípoli, cuando el consejo de seguridad de la ONU le levantó el embargo comercial y aéreo?), los gobiernos occidentales no van a apostar por los pueblos que se levantan contra la opresión, ni van a defender los derechos humanos o cuando menos los valores y principios fundamentales de las democracias europeas. Ellos siempre juegan con las cartas marcadas. Y como siempre, EEUU reparte juego.

La situación en Libia recuerda en buena medida a lo que ocurrió en los Balcanes. En aquella ocasión Rusia se oponía a la intervención de los países aliados en Bosnia porque, desde su óptica, la guerra era una cuestión interna de un país soberano y, por supuesto, en un país soberano no se puede intervenir si antes no se declara la guerra. Durante los años que duró el conflicto no hubo más que una negociación ente bastidores entre Rusia y Estados Unidos, mientras Europa recordaba miserablemente su pasado reciente de ascensión del nazismo, y repartía a partes iguales ayuda humanitaria y armas a los protagonistas del conflicto. Tan sólo cuando el agotamiento de los contendientes llegó a un punto sin retorno, las potencias aliadas, específicamente Estados Unidos, decidieron intervenir militarmente en el país, supuestamente para equilibrar las fuerzas y acelerar las conversaciones dirigidas a un alto el fuego que les permitiera el reparto territorial y sus zonas de influencia.

En Libia nos encontramos en la actualidad con una situación parecida. Europa se encuentra amordazada por su ineficacia en los asuntos regionales a pesar de sus intereses geoestratégicos y económicos, pues sigue siendo Estados Unidos, y en la sombra el estado de Israel, quienes lideran las posibilidades de intervención en la zona. En el otro del lado se encuentra Rusia y China, que ya han apuntado su veto a cualquier forma de intervención en el área, específicamente la que todos demandan, que es la destrucción del poderío aéreo del ahora dictador y sátrapa Gadhafi, y hasta hace poco amigo y colaborador en la lucha contra el islamismo radical.

Los negocios en esta ocasión se presentan por partida doble. Por un lado se trata de prolongar en el tiempo el conflicto, de modo que se pueda dar salida a las armas producidas y almacenadas en los últimos años, obsoletas en muy poco tiempo por el desarrollo de la industria armamentística. Pero, por otro lado, están los recursos que se encuentran en el subsuelo libio. No hay que olvidar que China y Rusia han conseguido implantarse en la explotación petrolífera de Libia, y Estados Unidos también quiere participar del negocio que hasta ahora manejan con soltura los países europeos, especialmente Italia.

Y como los negocios son los negocios, no van a perder esta oportunidad que les brinda un conflicto que, alargándolo en el tiempo, les está produciendo enormes dividendos a través de la subida en bolsa de los productos petrolíferos. En el futuro, cuando la opinión pública occidental no pueda aguantar más este sufrimiento televisado del pueblo libio, se planteará la necesidad de un gobierno provisional que se haga cargo del poder en Libia. Un gobierno provisional que asegure el pago de las armas suministradas durante el conflicto mediante la cesión de los contratos de explotación del petróleo.

Al final todos contentos. Los supervivientes heridos por haber dejado atrás el conflicto cruel y sangriento al que les condujo Ghadafi; la opinión pública internacional por haber tranquilizado sus conciencia humanitaria; los gobiernos occidentales por someter a un gobierno (qué más les da dictadura o democracia) que les proporcione petróleo y tenga fronteras controladas ante una avalancha de refugiados; el mercado de valores por la estabilización de los precios petrolíferos y, las grandes corporaciones, satisfechas por lo mucho que han ganado durante el conflicto y lo que esperan ganar tras el mismo. Qué buenos negocios en Libia.