FUMBAN

Aquella mañana tras un desayuno a base de café en sobrecito, leche en polvo y un poco de pan con nocilla nos hemos puesto de nuevo en camino hacia Fumban. Tiene gracia que en un país productor de café no podamos disfrutar del mismo y tengamos que tomar ese polvo liofilizado creo que importado de Suiza, pero, en fin, el desayuno no iba a ser lo peor de aquella mañana pues llovía intensamente, prácticamente jarreaba. Afortunadamente paró cuando llegamos a nuestro destino.

Fumban es una ciudad de Camerún, situada a 70 km al nordeste de Bafoussam. Considerada en Camerún como la Ciudad de las Artes, Fumban es la capital del Sultanato Bamún y uno de los centros artesanales de África.

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No ha sido muy largo el trayecto y ya desde la entrada vemos cantidad de puestos de mercado, primero junto a la estación de autobuses y después junto al palacio donde reside el Sultán de Bamún, y donde nos bajamos para realizar la visita al Museo situado en un lateral del propio palacio. El museo del palacio cuenta la historia de la dinastía de reyes Bamún, desde 1394 hasta la actualidad, con información sobre el más famoso, Ibrahim Njoya, que murió en 1933, después de haber creado a finales del siglo XIX, un alfabeto, un lenguaje secreto y una religión inspirada en la Biblia y el Corán.

Un gran arco se abre hacia el patio donde hay una estatua del rey Njoya, constructor del palacio, y un gran baobab en cuya parte trasera surge la escalera que da acceso al museo. En este patio ha sobrevivido una pared vieja, donde se encuentran escritos en orden cronológico los nombres de los diferentes reyes y sultanes que gobernaron bajo la tutela del administrador colonial (alemán y francés).

El Museo de Fumban, cuenta la historia de uno de los reinos más antiguos de África, a través de más de tres mil objetos de arte y objetos históricos de la cultura Bamún. Vale la pena porque se pueden ver los tesoros del museo, de las artes tradicionales y de la cultura (máscaras, recipientes para calentar el vino de palma, objetos de rafia, muchos grabados de notables por los que el rey reconocía su valor en la guerra.  En sus vainas talladas contenían sapos, símbolos de fertilidad, arañas, y símbolos de la pasión o el trabajo o la sabiduría, monos o serpientes de dos cabezas. Muchos frescos tallados recuerdan las guerras contra los Fulani y escenas de vida tradicionales Bamún: principalmente la guerra, el matrimonio y las ceremonias reales.

El Bamun, pueblo orgulloso y guerrero, acostumbraba a decorar su escudo con las mandíbulas inferiores de sus oponentes, tal y como se exhiben en el museo, junto a dobles campanas cuyo sonido estimulaban al combate a los guerreros, y cotas de malla. Sorprendentemente, las mujeres iban a la batalla igual que los hombres. Muchos cráneos de animales aparecen en las diferentes salas del museo, incluyendo algún hipopótamo muy impresionante. Son cráneos que los cazadores ofrecían como un presente al rey. La ropa tradicional está decorada con perlas, y caracoles y, por supuesto, no faltan junto al trono los enormes colmillos de elefante de más de 150 kg.

El guía nos fue muy útil para descifrar los significados de las esculturas que nos recuerdan que el pueblo Bamún conocía los secretos de la forja antes de que llegaran los alemanes; sin embargo, las salas que alberga el museo son demasiado estrechas y apenas permiten exponer un tercio de los más de 12.500 objetos que posee. Además, en el interior del palacio no sólo reside el sultán y su familia, sino que allí se reúne el tribunal de justicia tradicional, que se ocupa no sólo de los problemas locales, sino también a las bodas.

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Por esto el actual sultán Ibrahim Njoya Mbombo, décimo noveno de esta dinastía, llevado por el deseo de salvaguardar esta rica herencia dejada por sus antepasados, ha llevado a cabo la construcción de un nuevo museo lo suficientemente amplio como para sostener todos los objetos de la colección. Todavía en construcción cuando nosotros giramos visita, se encuentra al lado del actual palacio museo y su arquitectura representa en un conjunto los símbolos del escudo de armas del Reino, como son la campana doble (símbolo del patriotismo), la araña (símbolo del trabajo) y la serpiente de dos cabezas (símbolo del poder del reino).

La visita ha sido larga y minuciosa y a la salida nos han obsequiado cinco músicos con sus instrumentos tradicionales que han tocado un tema de boda, de modo que he terminado comprándoles un CD.

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A continuación, Abdoulah nos ha presentado a quien nos guiaría por el mercado hasta donde trabajan los artesanos locales. Nos han enseñado los pasos que dan hasta lograr el objeto que en buena medida acaban en mercados occidentales.

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En un lateral del mercado se encuentra la casa de los tambores, utilizada por el rey para convocar a su pueblo y reunirlo en la plaza o en el patio del palacio.

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EL REINO DE BANDJOUN

Tras abandonar las cataratas sagradas de Ekom, nos dirigimos hacia el “País Bamileké” donde haríamos una parada antes de continuar ruta hasta el valle de Noun para pernoctar. El reino de Bandjoun es una región poblada (habitada por varias tribus Bamileké -unos 200.000 habitantes-), y rica, gracias al comercio transatlántico con el golfo de Guinea, pues no en vano está cerca del puerto de Douala frecuentado por portugueses (desde 1472), holandeses (s.XVI al XVIII), ingleses (s.XVIII y XIX) y alemanes (fines del XIX y principios del XX).

Este pueblo, agricultor, artesano y comerciante combina la vida moderna con el respeto por las estructuras tradicionales de poder, en torno al Fon (Rey o jefe tradicional), y la Chéfferie (Palacio Real).  Las chefféries es la forma en que la sociedad tradicional bamileké está organizada. La vida social y política gira en torno al fon, que a su vez tiene a su alrededor a sus consejeros y nobles. Este, ejerce funciones los poderes judicial, administrativo y religioso al mismo tiempo, y es el referente social a todos los efectos. Gobierna rodeado de consejeros, sociedades secretas y sirvientes reales, que se asientan en una serie de construcciones con techumbre piramidal.

El centro simbólico del poder es el palacio, reflejo de la cosmología bamileké. Éste se veía desde fuera (no podíamos entrar). Además, están la Casa de la Palabra, las casas de las 50 esposas del jefe, la casa de los fetiches y el bosque sagrado que sólo pudimos ver de lejos (también está prohibido entrar).

Donde sí hicimos parada y visita fue en la Casa de la Palabra o Parlamento Bamileké. El Parlamento, construido o mejor dicho reconstruido en 2005 después de un gran incendio, es un edificio de 25 metros de altura, enteramente de bambú y techumbre gigante de paja, con enormes columnas de madera talladas con figuras realizadas por artesanos de Bandjoun. En su interior no hay luz eléctrica y la sala central que ocupa casi toda la planta, sólo tiene un par de puertas por donde penetra algo de luz del exterior. Aquí es donde se reúnen los sabios, tanto en una gran fiesta anual, como en las ocasiones en que han de ejercer justicia, o cuando el fon muere y hay que decidir sobre la sucesión al trono.

Cuando salimos, un guía nos presentó el museo etnográfico, construido entre el Parlamento y el palacio del rey, que reúne multitud de piezas bamileké. Son objetos con funciones religiosas, políticas y sociales y donde destacan los tronos reales con formas de leopardo o mono, taburetes, calabazas y ropajes rituales todos perlados, una gran muestra de su laboriosidad y belleza. Para evitar hacer fotos en el interior, logré adquirir uno de los pocos ejemplares que les quedaba en francés con el catálogo del Museo de Bandjoun y que está comentado por antropólogos cameruneses de prestigio, lo cual me garantizaba una lectura entretenida para el resto del viaje.

El origen del pueblo de Bandjoun parece que procede de su conocimiento de la fabricación de metales; es decir, ellos poseían el fuego y la inteligencia y por eso se hicieron poderosos y dominaron un extenso territorio tal y como muestran en el comienzo de la visita al museo. Sin embargo, otros nos dijeron que Bandjoun significa hombres que compran, porque al estar entre Douala y Yaounde son los que comercian.

Acabada la visita y con una lluvia intermitente nos dirigimos en la furgoneta al valle de Noun, alojándonos en el hotel Paradise, que, si alguna vez lo fue, en aquella ocasión era ya un paraíso totalmente deteriorado. Para colmo me encuentro en la cama con sábanas usadas, una luz mortecina y suciedad. Pero esto es África y no quiero ser el europeo quejica, así que me desnudo y me ducho como puedo, antes de reunirme con todos para cenar y contarnos anécdotas sobre otros viajes que mis compañeros han realizado por todo el mundo.

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EL TREN DE YAOUNDE A NGAOUNDERE (CAMEROUN)

La madrugada de ayer sábado me despertó el sonido del WhatsApp cuando uno de mis compañeros de viaje nos informaba de un terrible accidente ferroviario en Cameroun, preguntándose por la suerte de nuestro guía y amigo Abdoula, que utiliza habitualmente este medio de transporte, pues es el más efectivo para viajar desde la capital.

Afortunadamente no viajaba en el mismo y, además, la ruta de este tren accidentado era de Yaounde hacia el puerto de Douala y no hacia el norte, que es el destino que utilizamos en nuestro periplo viajero.

Leo hoy en las noticias (http://www.lemonde.fr/afrique/article/2016/10/22/cameroun-au-moins-70-morts-dans-le-deraillement-d-un-train_5018659_3212.html), que ha habido al menos 75 muertos y entre 500 y 600 heridos. El tren de la compañía Camrail, que tiene por accionista principal al grupo francés Bolloré, llevaba alrededor de 1.300 personas en los nueve vagones de los que se componía este convoy.

Es el mismo tipo de convoy ferroviario que tomamos nosotros, aunque en dirección norte hasta Ngaoundere, capital de la provincia de Adamawa, y desconozco cuánta gente viajaba en aquel tren de dieciséis unidades. En Yaounde una vez te acercas a la entrada, los viajeros se ordenan en filas, mientras los guardias controlan los billetes y ya no pasa nadie más (excepto los maleteros), pero en Ngaoundere la entrada supuso una batalla entre la multitud que se agolpaba en el exterior, a la espera que la minúscula puerta custodiada por guardias se abriera y nos diera paso. Y eso que nosotros éramos privilegiados por viajar en coches litera y no en el resto de los vagones, tan saturados como para observar gente apretada y semidormida sentada en los descansillos y pasillos.

Cuando logramos subir al tren, así como todos los bártulos que nos acompañaban (colchonetas, sacos de dormir, maletas, bolsas y mochilas), echamos a suertes las literas. Teníamos dos departamentos en cada uno de los cuales se apiñaban cuatro literas y otro departamento con dos literas. La duda entre personas que no se conocen y tienen que dormir en un pequeño cubículo es saber quién ronca, algo para lo que iba preparado con tapones y gafas procedentes de un viaje con Renfe.

Mientras esperamos que arranque el convoy (salía a las 7:15 de la tarde), paseamos por la estación mientras el manto de la noche nos va cubriendo (aquí oscurece a las seis). En las estaciones, está prohibido hacer fotos al ser consideradas “estratégicas”, como también ocurre con los puentes, las estaciones de energía o los peajes (mordidas) en la carretera donde hubiera militares.

Nos habían dicho que el tren podía tardar teóricamente unas doce horas, normalmente entre dieciséis y diecisiete para realizar los 800 kilómetros, por lo que nos habíamos aprovisionado de viandas y bebidas en un mercado camino de Yaounde, y donde nuestras compañeras hicieron las delicias de todas con su invitación a bailar, tarea a la que se brindan las camerunesas sin rubor. Cuando hicimos el trayecto de vuelta compramos una bandeja de desayuno para cada uno con pan, mantequilla, fruta, queso y té o café que en este coche te ofrecen, dada la saturación que observaba el coche restaurante.

La noche en una de las literas altas ha sido una pesadilla, gracias al aire acondicionado roto que no dejaba de envíame un soplo frío. Además, como no estoy acostumbrado al fuerte traqueteo de los viejos convoyes, te despiertas cada dos por tres, momento en que aprovecho para taparme y darme la vuelta en la mini litera; así, hasta que a las siete me he levantado y me he aseado un poco en el servicio, por cuyos sanitarios, pese a que son intermitentemente limpiados, me imaginaba habían pasado una legión de apurados y estreñidos.

Me advierten que llevamos un retraso de tres horas sobre el horario previsto y, no me extraña, pues en ese momento hacemos una parada interminable en una estación donde multitud de vendedoras de miel, mandioca, panecillos dulces y artesanías se acercan a las ventanillas con la esperanza de realizar negocio.

Aprovecho la parada para realizar algunas fotos que ilustran este recuerdo del tren de Yaounde hacia el norte, y que he recordado ahora tras recibir la noticia del desgraciado accidente del convoy hacia Douala.

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LAS CATARATAS SAGRADAS DE EKOM NKAM

Cuando nos despertamos en aquel motel de Melong (capital del café camerunés), pude comprobar que había presión suficiente como para ducharme, y que en el desayuno nos presentaban tortillas, fruta, café y pan con mermelada. Todo iba muy bien hasta que alguien me advirtió que yo era el único del grupo que no llevaba pastillas para la malaria y, como íbamos a pasar por zonas endémicas, no serviría de nada la única protección del Relex antimosquitos. Menos mal que el guía disponía de las pastillas suficientes que algún otro viajero había abandonado en su día.

Tras el desayuno nos encaminamos hacia les chutes d´Ekom, enclavadas en el territorio del pueblo Mbo, que sigue conservando costumbres animistas como el culto a los antepasados y el respeto por las deidades que habitan las cataratas sagradas del río Nkam.

La visita ha sido total, pues nos hemos dirigido primero al lugar desde donde se despeña el río (unos 80 metros), en pleno selva tropical, en medio de una vegetación densa y exuberante, y luego al lado opuesto desde donde se divisan las dos grandes caídas (en la época seca tan sólo hay una). La anécdota es que nos hemos encontrado con una producción cinematográfica de dirección austriaca, que estaba filmando un ritual religioso supuestamente del pasado, y que no nos ha dejado fotografiar ni a los actores ni el escenario que la producción había montado en medio de esa naturaleza salvaje. La cascada, ya sirvió de marco para el rodaje de algunas escenas de la película Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de los monos, con Christopher Lambert.

Así, que como eran unos capullos los hemos dejado en paz, ya que ni siquiera nos permitieron reponer fuerzas tras la caminata que tuvimos que realizar; esto sin contar los cientos de escalones que tuvimos que bajar y luego remontar para hacernos alguna foto.

Ya en el pueblo visitamos al jefe de la comunidad tribal que cuida de los espíritus del agua y que nos recibió en su casa hecha de tablones. Presentamos nuestros respetos a toda la familia (muy numerosa), donde destacaban dos gemelas con sus respectivos hijos. Los gemelos son considerados una buen augurio, e incluso en el sultanato de Bamún pasan al servicio del sultán y adquieren riqueza y nobleza.

Dejamos al jefe y su numerosa familia para dirigirnos al establecimiento que hacía las veces de tienda, bar y estanco. Allí rodeados de madres, niños y adolescentes que nos observaban al principio con timidez pero luego con desparpajo, nos repusimos con las botellas de cerveza fría de la sed que arrastrábamos tras el el esfuerzo de la caminata.

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DOUALA-MELONG

En Douala, capital económica de Cameroun, no para de llover. Estamos en la época de lluvias (de abril a octubre), y a pesar del verano y las temperaturas tropicales, el chaparrón intermitente ha creado numerosos agujeros y baches en las carreteras de tierra que algunos chavales se animan a cerrar con paletadas de tierra a la espera de la moneda que los conductores les pudieran dar en agradecimiento.

Tras un desayuno abundante hemos cogido la furgoneta que nos traslada hasta el embarcadero donde tomaremos una piragua para hacer una excursión fluvial por el río Wouri, el «río dos camaroes» o de los camarones (gambas), mítico río por donde penetraron los primeros exploradores portugueses en el siglo XV, y que dio lugar a la denominación de los cameruneses.

En el embarcadero vemos la gran actividad extractiva de arena para la construcción , con piraguas y pértigas, dada la poca profundidad del río Wouri. Allí hemos tomado un refresco a cubierto mientras no dejaba de llover aunque ya nos hemos acostumbrado a mojarnos con los fuertes aguaceros y secarnos en cuanto para de llover y sale el sol. En el embarcadero hemos conocido a un rastafari que va a ser nuestro guía y cocinero en Bonendale, una localidad donde de modo disperso se agrupan las casas de pescadores y artistas, algunos con reconocimiento en el mercado europeo del arte.

Me han sorprendido los enterramientos de los douala o sawa, que debido a las diferentes creencias que conviven en Bonendale son de diferentes características, eso sí, siempre erigidas delante de las casas que habitaron. Algunas casas ya abandonadas tras la muerte del propietario se encuentran como las tumbas llenas de maleza y árboles que las invaden junto al musgo que trepa por sus paredes. Es todo un espectáculo ver las influencias religiosas de los diferentes propietarios en la construcción de sus tumbas observando diferencias entre evangelistas, musulmanes, cristianos y animistas, que igualmente disponen de diferentes templos . Admiro no sólo su respeto religioso, sino su modo de entender el mundo, la vida y la muerte.

Almorzamos en casa de la familia rastafari, al aire libre y con música reggae. La hija me enseñó de donde procedían algunos de los alimentos que íbamos a comer y cómo se manipulaban. Sobre la mesa se acumulan los platos de pollo y pescado junto a una verdura parecida a la espinaca, ensalada de zanahoria y cebolla y las patatas fritas. De postre la omnipresente piña, el mango, la guayaba, etc.

Tras el almuerzo volvimos a la carretera siguiendo la ruta hacia las tierras fértiles del oeste de Cameroun. La región suroeste fue donde se asentaron los colonizadores alemanes en el siglo XIX debido al buen clima (ausencia de paludismo) y a la fertilidad de la tierra (región volcánica). Las etnias de la zona son de habla bantú, y pertenecen a las etnizas Bakossi y Mbo. En el camino hasta Melong, capital del café camerunés y donde nos disponíamos a dormir, nos tropezamos con numerosos puestos de fruta fresca (piña, guayaba, plátano, sandías, papaya, cítricos, etc.).

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VIAJAR

Viajar es para quienes pueden viajar, porque de entrada no todos pueden viajar, sólo los occidentales y los ciudadanos de países reconocidos por éstos, y aun éstos últimos con dificultades, pues sus gobiernos pueden denegarles el pasaporte, y los gobiernos de los países de destino el visado. Y si pasan esos filtros administrativos, aun tienen otros que salvar como demostrar solvencia económica, adquirir plazas hoteleras y todo aquello que permita valorar que no se van a quedar una vez finalice el plazo establecido en el visado de entrada. Todos sabemos que los papeles que rellenamos en frontera no son sino una sarta de mentiras que necesariamente hay que firmar y que justifican la mala gestión administrativa, y así y sin empacho podemos decir que aceptamos todas las normas consuetudinarias, que no somos extremistas ni fundamentalistas, que venimos de visita y no a trabajar, así como todo  lo que les venga en gana a sus iluminados consejeros. Lo importante es declarar nuestro ánimo de contribuir a las arcas del país al que te diriges y que una vez agotados los recursos económicos nos iremos por donde llegamos porque de lo contrario nos declararán ilegales, carne de cárcel y expulsión.

Es verdad que hay muchos que consiguen pasaporte, visado y hasta disponen de recursos económicos para viajar seguros, pero sabemos que según sea el origen nacional algunos tienen vedados aeropuertos, puertos y estaciones. En este caso toman la incierta aventura de la inmigración irregular, pagan a los coyotes que les embarcan en botes inundables o piragüas de la muerte encomendándose a la naturaleza con la vana esperanza de llegar a la Europa que tanto han contemplado en las televisiones, gracias a los satélites de esas mismas potencias que ahora les niegan el paso.

Yo quería ir al Golfo de Guinea, concretamente a Douala (Camerún) y el viaje barato (low cost) consistía en coger la compañía Turkish Airlines que además de financiar el mundial de fútbol parece que también tenía dinero para una revista de papel couche de alto gramaje y fotografías a color de gran tamaño con el  desarrollo del autogolpe militar de Recep Tayyip Erdoğan  ofreciendo a los pasajeros de la línea  un recorrido visual desde las primeras noticias que aparecieron en occidente hasta el triunfo del eufemísticamente denominado moderado islamista Erdoğan. Toda la revista es patética y se encuentra en la línea publicitaria con la que se envuelven otros moderados dictadores y/o militares. Pobres millones de viajeros que una vez pensaron llegar a Europa y se quedaron a vivir en los campos de concentración turcos.

Me dicen que gracias a los vuelos baratos hay más gente que viaja a otros lugares del mundo, y puede ser cierto porque en los viajeros se cifra el beneficio de las compañías aéreas, pues aumentando la clientela lograron competir con ventaja frente a los compañías tradicionales cuyos resultados no están sólo función del número de pasajeros sino en función de los servicios prestados, por ejemplo mediante la distribución de los asientos creando un espacio por butaca superior a las lineas low cost, o destinos sin escalas o bien un tratamiento individualizado de los pasajeros, eso sí, distinto a los VIP, y los menús. Una estrategia reconocida fue limitar el número de aceitunas en los menús, lo que permitió un ahorro sustancioso en las cuentas de resultados al cabo de un año. Curiosamente  me fijé en que Turkish Airlines utilizaba en su menú dos aceitunas, una verde y una negra, todo medido con exactitud matemática para que las plusvalías sean las más ajustadas según criterios financieros de cada compañía.

Hoy día, con la crisis financiera muchas de aquellas compañías tradicionales cambian de estrategia y deciden la fusión entre ellas o su diversificación estructural uniendo a su flota de vuelos tradicionales otra flota de vuelos low cost, de modo que todas compiten en las mismas condiciones, con sus flotas de locos y de vuelos tradicionales, de modo que se organizan en torno a la demanda de dos tipos de pasajeros en función de su capacidad adquisitiva. A unos los consideran como de valor añadido y a otros los consideran de segunda clase embutiéndolos en paquetes turísticos del «Todo incluido».

Y luego están los aeropuertos, elementos que hasta ahora se consideraban subsidiarios de la implantación de líneas aéreas o vuelos regulares, pero que  con la publicidad del miedo y la paranoia del terrorismo han pasado a ser un elemento crucial en el gran negocio del viajar. Todos los pasajeros nos hemos visto de un modo u otro obligados a pasar por controles infames y humillantes y además obligados a pasar varias horas del viaje en estos interminables hormigueros humanos cuya única salida es la llamada del embarque, y donde la única opción vital que se ofrece es la del consumo. Con una clientela fidelizada durante horas, los aeropuertos se han convertido en un objetivo financiero y comercial de primer orden. Además el negocio estaba asegurado desde el momento en que construidos y pagados por los contribuyentes han sido malvendidos a grupos financieros, unas veces aduciendo pérdidas y otras ensalzando la eficaz gestión privada, ahora bien, sin la pesada carga de los trabajadores, los cuáles nunca entran en los acuerdos como no sea para  atender a sus despidos.

 

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LA CASAMANCE DECLARA LA PAZ

Se han cumplido tres años desde que dejé este blog a consecuencia de la falta de honestidad de quienes por entonces controlaban la cabecera de Rioja2.com y a quien dirigía casi todas mis observaciones con las que comencé a escribir aquí. Además, otro conjunto de enredos me abocaron al silencio. No era cuestión de repetir otros desengaños, así que dejé pasar el tiempo hasta que hoy leo una noticia que me ha llegado al corazón: La Casamance (Senegal), al sur de Gambia, ha declarado finalmente que la guerrilla que se había implantado durante 32 años en la región había decidido dejar la lucha armada.

Y me ha colmado la noticia porque conocí la Casamance hace siete años, en un viaje de placer por las playas paradisíacas de Cap Skirring, y desde las que realicé numerosos viajes al interior en coche o en piragua. En uno de esos viajes, recuerdo un paisaje de bosques, ríos y caminos sin asfaltar, llegamos a una aldea donde parecía reinar el mismo sentido de libertad y seguridad que ya habíamos comprobado en otras, hasta que un enorme árbol tumbado nos cerró el paso y nos obligó a bordearlo; y justo al doblar ese pequeño desvío, veo un todo terreno descubierto con varios militares armados hasta los dientes, que en la espesura me sobresaltaron cuando además observé que uno nos apuntaba con lo que a mi me pareció un potente cañón antiaéreo, por su longitud y por el brillo plateado y metálico con que refulgía.

El chófer que habíamos contratado habló un tiempo interminable con ellos y pareció que nos iban a dejar pasar, pero quien parecía el jefe de esa pequeña tropa insistió en algo. No sabíamos si eran guerrilleros o bien eran militares de la cercana capital Ziguinchor, ni tampoco sabíamos si querían papeles o querían alguna mordida. Todo pasó muy rápido, pero mi impresión es que algún dinero cambió de pantalón y poco después pudimos continuar el camino.

Es una escena que no parece muy impresionante, pues ya habíamos sido advertidos del conflicto y del peligro que suponía la existencia de minas antipersona (de hecho nos prohibieron internarnos en el Parque Nacional de Basse-Casamance), si nos salíamos de los caminos hollados, pero hay algunos detalles que ahora me llegan a borbotones. Uno es la sensación de vida placentera, tranquila y sosegada que se respiraba en la aldea, donde había mucha actividad provocada por los juegos de los niños y el trajinar de las mujeres entre las chozas. Otra es que los sonidos eran los habituales de una zona con exuberancia de fauna y vegetación, y todo ello te embebía en esa sensación de paz.

Como en muchos lugares de La Casamance donde fuimos (Ourong, Oussouye, Kafountine, M´Lomp, Elinkine), encontramos a personas que nos acogieron con tanta cortesía como si se tratara de los amigos de toda la vida. Posiblemente pertenecían todos a la etnia de los Diola, pero nunca nos hicieron ver sus diferencias frente a los Wolof, la etnia mayoritaria de Senegal. Tan sólo aquel instante del encuentro con los militares, me llevó de un salto hasta las imágenes que guardaba de documentales y películas sobre fieros guerrilleros negros, armados hasta los dientes y dispuestos a secuestrar, violar y asesinar al estúpido turista aventurero.

Volví a Senegal dos años después pero ya no pisé La Casamance.

 

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¿CASTIDAD? NO, GRACIAS

Hace unos días, el obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas (estado de Chiapas), Felipe Arizmendi, responsabilizó a “la invasión de erotismo presente en los medios de comunicación” de los abusos cometidos por el clero ya que, ante tal aluvión de estímulos, no es fácil “mantenerse en el celibato y en el respeto a los niños”, subrayando que el libertinaje sexual que se vive actualmente es uno de los detonantes de los escándalos de pederastia que en los últimos meses asolan el panorama de la iglesia católica.

Desde luego con estas manifestaciones no ha conseguido aplacar las críticas por los abusos sexuales y casos de pederastia cometidos por el clero, sino todo lo contrario, pues han aumentado el número de personas, organizaciones e instituciones políticas y sociales, así como representantes de gobiernos que han respondido indignados por este incontinente verbal.

Parte de su argumentación podría tener base real al señalar que la iglesia católica pondrá mayor énfasis en mejorar la educación sexual de sus sacerdotes, pese a que el medio ambiente no es propicio sino contrario a la castidad. Se refiere a Internet que lo invade todo y por ello es difícil que alguien se sustraiga a un ambiente tan erotizado. Ante un libertinaje social generalizado como el que existe actualmente, hay más posibilidades de actos de pederastia, no solo en la Iglesia sino en la familia, en las escuelas y en muchos otros ambientes.

Y es cierto que las posibilidades que ofrece la libertad sexual pueden esconder actos violentos o contrarios a la propia libertad, aunque no estoy de acuerdo en que sea la libertad la que promueva esos abusos, esa violencia, ese ejercicio del dominio y del poder, sino las bases sobre las que se socializaron, se formaron y se educaron las personas que conculcaron los derechos y la libertad de los otros. Ahí es donde debe buscar el origen de de los abusos de los sacerdotes, y ahí es donde precisamente entra la castidad coercitiva e impuesta mediante el celibato al clero.

El secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, el agitador que ha relacionado pederastia y homosexualidad, decía estos días a su paso por Cataluña que el voto de celibato es una tradición positiva y su incumplimiento puede conllevar consecuencias que después son muy dolorosas y lo dañan todo. Es cierto, las consecuencias se muestran no sólo con los casos de abuso sexual de menores por el clero en Europa y  Estados Unidos, sino en las regiones donde el catolicismo está creciendo más rápido como América Latina, Asia y, sobre todo, África, donde según Peter Schineller, un sacerdote jesuita que ha pasado veinte años en África, la transgresión de la castidad entre los sacerdotes va desde el acoso, la violación y el sexo consentido, hasta engendrar hijos. Schineller señala que en África los adultos con hijos tienen una posición social más alta que los adultos sin hijos. Además, los sacerdotes a menudo están aislados, separados, y las tentaciones son muy fuertes.

En una investigación llevada a cabo en 2001 por la National Catholic Reporter y publicada el nueve de marzo, se puede leer en el Memorándum presentado por Sor Marie McDonald (de Misioneros de Nuestra Señora de África), que el acoso sexual e incluso violación de las hermanas por sacerdotes y obispos es supuestamente común. A veces, cuando una hermana se queda embarazada el sacerdote insiste en el aborto. La hermana por lo general es despedida de su congregación, mientras que el sacerdote es trasladado a otra parroquia. Otro problema es que muchas hermanas son económicamente dependientes de los sacerdotes que solicitan favores sexuales a cambio de su ayuda financiera. Además, los sacerdotes se aprovechan de la dirección espiritual para pedir esos favores sexuales.

El abuso sexual de las religiosas es el principal problema de la iglesia católica en África y son varias las causas apuntadas en los informes procedentes de las congregaciones diocesanas, como el voto de celibato/castidad, que no es de gran valor en aquellos países donde el matrimonio es el objetivo principal, aunque como el precio de la novia es demasiado alto, la opción alternativa que se presenta a las jóvenes es la vida religiosa.

Otra causa proviene del status inferior de la mujer en la sociedad y en la iglesia. A una hermana le resulta imposible rechazar a un sacerdote que le pide favores sexuales, pues han sido educadas para estar al servicio y obedecer al varón que se ve como una figura de autoridad. Como los sacerdotes recibieron una formación teológica más avanzada, pueden utilizar falsos argumentos para justificar sus solicitudes de sexo, como este de: Ambos somos célibes consagrados. Esto significa que prometimos no casarnos. Sin embargo, podemos tener relaciones sexuales sin romper nuestros votos.

Por otra parte, las monjas también tienen un lugar único en el panorama sexual, en un universo donde el SIDA está muy extendido. Para muchos, el sexo con monjas se piensa que es seguro; algunos incluso se imaginan que podría tener efectos positivos o poderes curativos.

Pero quizás, lo peor de los abusos cometidos con las mujeres religiosas en África ha sido, como en el caso de los abusos a menores en otras partes del mundo, la conspiración del silencio en torno a esta cuestión. El encubrimiento de la violación de menores y el abuso sexual de religiosas, proviene de la consideración que tiene la jerarquía católica sobre la violación y el abuso como un pecado, en lugar de cómo un crimen. De ahí la insistencia en el perdón, el arrepentimiento y la terapia de los pecadores, en lugar de la investigación, persecución y expulsión de los delincuentes. En el fondo tratan de mantener la reputación de la jerarquía eclesiástica por encima del deber para con su iglesia, utilizando la autoridad que una religión secular les proporciona para ocultar sus más oscuros y terribles secretos.

Pese a que el Vaticano siempre ha tenido conocimiento de todos estos pecados y delitos, su respuesta ha sido el ocultamiento de los hechos y la exaltación de la castidad. En 2005, cuando Benedicto XVI viajó a África se refirió a la cuestión del celibato de manera explícita. Instó a los obispos allí para abrirse plenamente a servir a los demás como lo hizo Cristo, abrazando el don del celibato. Sin embargo ya hemos contado en otra ocasión (“Pedofilia o barbarie”), que hasta que en 1073 Gregorio VII impuso el celibato, en esos diez siglos de vida cristiana, además de San Pedro otros seis papas vivieron en matrimonio y hasta once papas fueron hijos de otros papas o miembros de la iglesia. Por tanto, ¿porqué fundamentar el funcionamiento de la estructura eclesiástica en el celibato y la castidad? ¿Debe una persona ser casta para ejercer el cargo de sacerdote? ¿Se puede condenar a un, o a una joven adolescente a no conocer jamás el desarrollo normal de su cuerpo, a no tener contactos emocionales o sexuales sin temor?

Sean cuales sean las respuestas, lo cierto es que la sexualidad de sacerdotes, obispos y cardenales no remite con los votos de castidad, y está expuesta, como señalaba el obispo de Chiapas al medio ambiente erotizado que hace muy difícil sustraerse a las tentaciones del abuso y la violencia sexual. Si de verdad quieren acabar con los abusos en el seno de la iglesia católica y convivir en un plano de igualdad, dignidad y respeto, no lo duden, pronuncien bien alto este lema: ¿Castidad? No, gracias.