PROYECTO DESTRUCTIVO

Saludamos con normalidad la alternancia política en el gobierno de nuestras instituciones porque esto permite acceder a cambios y variaciones en nuestro modo de relacionarnos, y es un medio habitual en el ejercicio del poder político para implementar nuevos proyectos que amplíen de forma beneficiosa nuestra forma de vida en comunidad.

Sin embargo, asistimos con pesadumbre a una situación que sigue un curso, un camino por el que no se avanza, sino que se retrocede. Esto está ocurriendo en diversos lugares de nuestro país donde se ha producido un cambio en la toma de poder de las instituciones, pero para no extendernos sobre todos ellos nos fijamos en lo que sucede en la ciudad de Logroño donde el Partido Popular ha alcanzado el poder sustituyendo al Partido Socialista.

Y lo que está presentando el nuevo gobierno municipal no son proyectos novedosos que mejoren la convivencia en una ciudad tan necesitada de espacios relacionales donde se exprese la tolerancia de sus habitantes, si no una disposición a destruir los proyectos iniciados por el anterior equipo de gobierno. Y esto es muy grave porque nos indica que no disponen de ningún proyecto político propio, sino que su plan y diseño político es la reestructuración y reforma de los proyectos ajenos, en un afán de destrucción de cuanto suponía una mejora para el conjunto de la ciudad, al menos para los más de treinta mil ciudadanos que manifestaron con su voto el acuerdo a los proyectos iniciados o dispuestos en la legislatura anterior. Y que ahora, supuestamente, los treinta y seis mil votos al partido popular que le otorgaron el gobierno son para que se dedique a destruir cuanto se hizo y proyectó, desentendiéndose de crear o presentar nuevos proyectos que, tal parece, nunca existieron. Volverán las dobles filas, los ruidos y la contaminación, la inseguridad de peatones y ciclistas, estrechamiento de aceras para manejo de cuatro vías de calzada dos dedicadas a aparcamientos y dos a circulación, junto a un carril bici jibarizado y de donde son expulsados los vehículos de movilidad personal y bicicletas de carga; en definitiva, un proyecto destructivo.

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LAS VACACIONES

Otra vez la duda de si nos vamos o nos quedamos. Todavía indecisos, nos movemos por impulsos colectivos que, alimentados por la publicidad, nos llevan y nos traen de un lugar a otro, y todo durante tres escasas semanas que son el mínimo reglamentado para los trabajadores activos. Trabajadores que hacen números con su paga extraordinaria a fin de dar salida a todas las manifestaciones de consumo con las que les han alimentado con anterioridad. Y así, según sea nuestro nivel adquisitivo y capacidad de afirmación, elegiremos un lugar del planeta, del continente, del país o de la provincia para sentar nuestros reales. Unos se irán a países lejanos y otros al pueblo cercano. Unos se moverán constantemente y otros se harán sedentarios en un lugar. Unos a la montaña y otros al mar. Solos o bien acompañados de nuestra pareja o de nuestra familia emprenderemos un viaje con retorno.

Por su parte, menores y jubilados se disponen a sufrir y gozar en este tiempo que se ha declarado como de descanso, y que contradictoriamente es de hiperactividad y trabajo para estos colectivos. Unos por la fuerza y el ímpetu de su juventud y otros por la demanda de apoyo solicitado por los familiares, que descargan en los mismos las labores cotidianas de las que se sienten responsables el resto del año. Al finalizar este periodo vacacional observamos cómo se distinguen los diferentes colectivos según se manifiesten disgusto, cansancio, ansiedad o satisfacción, porque para todos, la vuelta a la cotidianidad no significa lo mismo, dependiendo de las expectativas que tengan y de la experiencia acumulada en esas fechas.

Para quienes no se desplazan por cualquier motivo, como el muy habitual de no disponer de recursos económicos, puede ocurrir que, sin embargo, dispongan de un capital cultural que les permite transformar ese tiempo no laboral en ocio creativo, que les alimenta su espíritu tanto como los desplazados alimentan sus cuerpos. Aunque no olvidamos que España aún tiene un agujero negro de incultura basada principalmente en la televisión e Internet, que desgraciadamente no satisface ni llena, pero contenta con artilugios de entretenimiento fugaz.

TRADICIONES FESTIVAS

Ya han pasado las fiestas locales, regionales, junto al puente y la semana, cuando no la quincena, en las que como manda la tradición, una buena colección de logroñeses parte con premura hacia las playas levantinas para recalar en la ciudad por excelencia que es Benidorm. Y esto a pesar de que inevitablemente hemos disfrutado, reído, jugado y representado todos los papeles que nos han dado en cualquiera de los escenarios festivos, y desde nuestra más temprana infancia hasta bien entrada nuestra adultez. También, llegados a este punto, nos hemos aguantado, aburrido y sufrido con las mismas fiestas en las que antaño nos sumergíamos con pasión.

Y es que, en definitiva, en tiempos de masificación y estandarización de las fiestas nos encontramos en ese espacio-tiempo liminal en que ni amamos ni odiamos el periodo festivo, pero que nos impele a huir, a salir y encontrar una oportunidad de disfrute del tiempo de fiesta, aunque en otra dimensión alejada de la que nos propone periódicamente la ciudad. Siempre hay esperanza.

Si tuviéramos más vuelos o más trenes, con salidas programadas a los diferentes lugares que se  representen como la antítesis de la cotidianidad del acontecer festivo, ya conocido e interiorizado tras un cúmulo de experiencias de todo tipo, estoy convencido que la ciudad quedaría convertida en ese gran teatro, en el que salvo los actores, todos los asistentes son paradójicamente ajenos a la ciudad y a su tradición festiva, la cual encuentran estimulante, mientras que los lugareños serían los foráneos en sus destinos, que disfrutarían por su novedad.

De todo esto son conscientes las agencias de viaje, que ya desde el comienzo de la primavera promueven tours y/o viajes individuales para todos aquellos ciudadanos que saben aprovechar la ventaja del tiempo festivo local para salir, precisamente de ese entorno inhábil para el trabajo, pero válido para el ocio y el descanso. Y no sólo la hostelería, también las compañías teatrales, musicales o de danza, aprovechan ese tiempo festivo para expandir sus actuaciones y aumentar su bolsa y prestigio. Y es que hay tradiciones festivas que crean empleo y riqueza, expandiéndose por toda la geografía del turismo patrio.

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PARADOJAS DE MOVILIDAD

Qué paradoja que quienes dominan el espacio público con sus vehículos motorizados se sientan agredidos por sus víctimas andantes. Porque, cómo se entiende que quienes ocupan entre el 60 y el 80% del espacio público para depósito y circulación de sus vehículos se quejen de que peatones arracimados y apretados en aceras, reclamen un poco más de espacio para no tropezarse, para poder detenerse y hablar a la sombra de un árbol, siempre que bancos y árboles no hayan sido sustituidos por aparcamientos en superficie, para respirar aire menos contaminante, para poder escucharse sin tanto ruido.

Si las ciudades no son patrimonio de unos pocos, el reparto del espacio público debe tener un carácter más beneficioso para la mayoría peatonal, que para una minoría motorizada; porque quienes recordamos la ciudad de Logroño con calles aún no urbanizadas, con espacios de juego entre los pequeños y de relación entre los vecinos, donde los vehículos más usuales eran los de transporte de mercancías y donde aún se conocían espacios vacíos, hemos visto la destrucción de esos espacios en beneficio de la circulación de vehículos a motor, hasta el punto de sólo quedar pequeñas islas encementadas como son las plazas, y parques residuales donde se agolpan en diminutos juegos infantiles, padres temerosos del tráfico desbocado que atropella una persona cada cinco días. ¿En qué momento se transformó y fue aceptado como norma de progreso el asfaltado de las calles y la reducción de las aceras hasta jibarizarlas? ¿Cómo se dio por sentado que las avenidas se transformaran en circuitos de coches y depósito de estos, hasta el paroxismo de ocupar varias filas, como si fuera un cementerio de chatarra al aire libre? Hoy sabemos que los proyectos de movilidad, de acuerdo con las directrices de la unión europea en su lucha contra el cambio climático, buscan lograr ciudades saludables donde desplazarse se realice principalmente a pie y, como alternativa, mediante transporte público o medios más ecológicos como la bicicleta. Por esto resulta paradójico que para algunos la modernidad se siga entendiendo como la libertad a ocupar cualquier espacio público, reclamando más y más asfalto.