ADOLESCENCIAS

Últimamente leo que adolescentes sufren o provocan bullyng, están sujeros a adicciones (alcohol, juegos de azar, drogas, internet…), padecen agresiones sexuales o son violadores, tiene problemas de salud mental y piensan en suicidarse o lo consiguen. Un ejército de orientadores, terapeutas y psicólogos se han puesto a justificar sus empleos dictaminando y diagnosticando ese tiempo todavía nebulosamente indefinido que es la adolescencia, pero lo ciertto es que no hay una dolescencia, sino un universo de adolescencias, como ocuree con las fases liminales.

Hace un tiempo, tan solo el de unas pocas generaciones, el tránsito entre la infancia o periodo de dependencia de los adultos, y la juventud o periodo de adquisición de madurez, autonomía e independencia, se producía mediante ritos de paso construidos y valorados socialmente.  Sin embargo, se ha introducido un nuevo estado de transición entre la niñez y la juventud; un estado donde no se es ni lo uno ni lo otro y donde no se percibe la persona ni como dependiente ni como independiente. Es más bien un estado liminal.

Coincide este nuevo estado de transición, con la gran importancia de ser joven en el contexto de la sociedad de consumo. Precisamente este estiramiento de los límites temporales de la juventud hasta edades que antes fueron consideradas propias del periodo de adultez o de madurez, ha dado paso a la creación y desarrollo de este nuevo periodo en el desarrollo humano que sirve de transición entre la infancia y la juventud y al que se ha denominado adolescencia.

En este sentido, la adolescencia no tiene unos límites o marcadores temporales precisos y se mueve en la inexacta e incierta cronología que abarca desde la niñez hasta la juventud, es decir desde los once y doce años, hasta los diecinueve y veinte. Tal número de edades comprendidas en dicho intervalo puede resultar una manera muy arbitraria de clasificar a las personas, pero así podemos entender mejor el proceso de construcción de la identidad adolescente que necesariamente es diferente para cada persona comprendida en esas edades, obligándonos de este modo a hablar de adolescencias y de adolescentes y no de la adolescencia de forma genérica para determinar a todas las personas comprendidas en estos marcadores temporales.

La adolescencia como la juventud no es más que una palabra inventada para escenificar tránsitos a la edad adulta, es un dato biológico socialmente manipulado y manipulable, pues la adolescencia y la juventud en el mundo occidental, han dejado de ser etapas de transición para convertirse en construcciones sociales, en etapas vitales cada vez más alargadas por la difícil y retardada incorporación al mercado laboral, entre otros factores.

BRAGAS Y BRAGAZAS

En las últimas semanas nos han ofrecido en toda clase de medios y hasta la saciedad, pese a que aún no ha acabado todavía, al presunto delincuente Rubiales y más cerca de nosotros, a esos jovencitos en celo de la Universidad de La Rioja, que como señala un amigo mío celebran la berrea a través del WhatsApp, reclamando para atraer a sus congéneres, chorradas y zafiedades como que les romperían las bragas.

Estos jovencitos a pesar de que ya han visto muchas películas pornográficas desconocen que las bragas, como muestra el Tesoro de la Lengua de Sebastián de Covarrubias, son cierto género que se ciñe por los lomos y cubren las partes vergonzosas por delante y por detrás, y un pedazo de los muslos tanto masculinos como femeninos. Así usan de ellas los religiosos y llámanlas paños menores. Antiguamente usaron de las bragas los que servían en los baños, por la honestidad, los que se ejercitaban en los gimnasios, luchando y haciendo los demás ejercicios desnudos. Los que entraban a nadar, que se enseñaba en Roma con gran cuidado, por lo mucho que importaba para la guerra. Los pregoneros, porque no se quebrasen dando grandes voces. Los comediantes, los cantores, los trompeteros y los demás que tañían instrumentos de boca.

En fin, que las muchas acepciones de bragas, braguetas, bragueros y cómo no, del muy señalado braguetazo, no nos libra de habernos convertido y no por arte de birlibirloque en una sociedad de bragazas. Reconozcamos que formamos parte de una sociedad de personas condescendientes con los deseos de los poderosos, de los que poseen riqueza, poder o ambas cosas. Aceptamos lo que nos indican que hagamos sin un mínimo de crítica. Nos acomodamos a los cambios, incluido el climático, sin intervenir en esos procesos, dejándonos llevar y traer al compás que nos marcan en los noticieros. Vivimos anestesiados en la incertidumbre de modo que al más tonto lo convertimos en el referente de nuestras vidas. Por eso, si hay que linchar a alguien los medios se encargarán de señalarnos al culpable, no vaya a ser que nos interroguemos acerca de nuestras vidas sacrificadas, desgraciadas, en suma.

LA APARIENCIA Y EL ESPEJO

Ya no me molesto en contestar y explicar la realidad a quienes se equivocan, cuando se dirigen a mi hijo de dos años con mensajes de este cariz: “qué bien estás paseando con el abuelito” o “qué bien te lo pasas con el abuelo”. Y es que, para algunos, mi apariencia es la de un abuelo y no la de un padre. Así que, si bien tengo una edad muy superior a la de su madre, nada menos que veinte años, lo cierto es que cuando me miro al espejo, no veo trazas de envejecimiento más allá de alguna arruga o alguna cana más. Además, el contacto con el peque me rejuvenece psíquicamente, de tal modo que no aprecio los achaques que considero propios de un viejo.

Por otra parte, no miro a los padres jóvenes que se reúnen con sus criaturas en los parques y espacios infantiles como mis iguales, pero sí busco entre mis coetáneos las huellas del envejecimiento. La pinta que tienen y que ven mis ojos, me indica que están envejeciendo muy mal, pues mi aspecto es mucho mejor, o al menos eso me parece. Quizás esa es la cuestión, que el aspecto es cosa que nos parece, pero no es.

En ocasiones he escuchado comentarios de carácter machista acerca de la mujer más joven emparejada con hombre de edad, a la que se le supone algún interés que nada tiene que ver con los sentimientos de amor o felicidad. Y viceversa, también cuando la mujer es de edad y el hombre es mucho más joven. De este modo, los prejuicios que se instalan en nuestra conciencia tienen mucho que ver con la apariencia, con el aspecto de las relaciones entre personas y, sin embargo, somos incapaces de apreciar la realidad que nos representa la mirada al espejo, porque este nos devuelve la figura y el semblante real que nos acompaña en nuestro deambular por la vida. Somos incapaces de aguantar el reflejo que nos devuelve esa mirada al espejo, y preferimos atenernos a la apariencia que los demás tengan a bien asumir como real y verosímil.

SEXO, MENTIRAS Y JUBILACIONES

Hoy día mantenemos una variopinta actividad sexual regida por los principios éticos de la libertad y la igualdad y en unas condiciones de vida cercanas al bienestar. Desde muy jóvenes la atracción por el sexo es una constante sin la intervención del principio de la moral patriarcal que unía el deseo y el acto a la finalidad de la reproducción. La libertad da lugar a la diversidad de formas de relación sexual no impuesta lo cual permite otras formas de convivencia que no son escuetamente las del matrimonio, y aun éstas, admiten la existencia de relaciones entre personas del mismo sexo, o el matrimonio sin hijos. No obstante esta libertad y el aumento de la tolerancia, los matrimonios siguen disminuyendo, se formalizan a edades cada vez más tardías y, en uno de cada cuatro, uno de los contrayentes es extranjero. Por otra parte, si los matrimonios descienden las rupturas siguen en aumento mientras el indicador coyuntural de fecundidad que mide el número de hijos por mujer fértil se mantiene muy por debajo de la tasa de reposición generacional. Las mujeres que acceden a la maternidad lo hacen a edades cada vez más avanzadas, teniendo en cuenta el dilatado período de formación y su tardía incorporación al mercado laboral, todo lo cual les impide adoptar decisiones de esa naturaleza antes de los treinta años. Las relaciones autoritarias de la familia patriarcal han dado lugar a unas relaciones familiares más plurales y solidarias, que se insertan en la red amplia de parentesco más allá del lugar de residencia. Son redes de relación y afectos que amortiguan entre sus integrantes las carencias de provisión pública.

Y entramos en el meollo de las mentiras sobre las que se ha construido el proceso de reformas, actualmente en la fase de revisión de la edad de jubilación. Expertos demógrafos y economistas, generosamente remunerados por entidades empresariales y financieras, sirven como plataforma teórica sobre la que se fundamenta el desmontaje del austero y poco desarrollado Estado del Bienestar español. Así, el principio de las mentiras asume que el actual sistema de pensiones será inviable en veinte años, teniendo en cuenta el índice de envejecimiento, el aumento de la esperanza de vida, el descenso de las tasas de natalidad y la estabilización de los flujos migratorios; es decir, teniendo en cuenta la fotografía demográfica actual y señalando estos indicadores como la causa que justifica el desmantelamiento del sistema de pensiones.

Cuando una mentira se repite muchas veces y desde supuestamente distintos expertos, termina por tomarse como una certidumbre y, sin embargo, desde que estudiaba demografía hasta hoy (y de eso hace muchos años), todas las proyecciones demográficas se han equivocado, y no porque los demógrafos no contarán con rigurosos y metódicos instrumentos de medida, sino porque se trataba de algo tan sujeto a variaciones como es el comportamiento humano, el comportamiento social. Entonces, ¿podemos tomar en serio un estudio, o a un experto, que señala la mayor conquista social, como es el aumento de la esperanza de vida, como un problema? ¿Podemos tomar en serio a quien identifica el aumento de años de vida libres de trabajo para dedicarlos al ocio, a la familia, a los amigos o a la comunidad, como un problema social? ¿Podemos creernos de verdad que vivir más años libres de enfermedad es un logro que hay que malograr, trabajando más hasta lograr enfermar? Yo creo que no, que todo ello es un conjunto de mentiras que cumplen el objetivo de no dejarnos pensar, de acallar a quienes exigimos que la jubilación sea discrecional, desde los 50 hasta los 70 años de acuerdo a las profesiones y a los deseos de los trabajadores, porque no puede ser lo mismo arrastrar un cuerpo exánime que disfrutar de un cuerpo sano; porque no es lo mismo ocupar el tiempo de ocio en negocio, ni el tiempo libre para nuestro propio enriquecimiento en tiempo ocupado para el enriquecimiento de otros.

Resulta cuando menos contradictorio que el sistema de pensiones más saneado y equilibrado de la Unión Europea, con un fondo de reserva (eso que llaman la hucha de los jubilados), superior a los 64.000 millones de euros, se mantenga a costa de congelar este año las pensiones. Y aún más contradictorio es que se nos quiera hacer creer que es para mantener el sistema de pensiones en el futuro, cuando según expertos y estudiosos hará crack el sistema. Pero, ¿qué es eso de hacer crack el sistema de pensiones? ¿Se trata de evitar que sea deficitario?, es decir, que las aportaciones de los trabajadores actuales a ese fondo solidario para con los jubilados sea inferior al gasto de los mismos. Pero, ¿acaso no hay instituciones estatales que viven en el déficit y no por ello hacen crack como vaticinan estos expertos en el engaño y la mentira? Citaré sólo por encima al Sistema Nacional de Salud y el Sistema Educativo Público, ambos deficitarios, y a los que ya les han hincado el diente privatizador, incluso esperando aumentar la tajada en cuanto puedan. Pero sobre lo que quiero incidir, es que nadie exige reformas en el sentido de que consigan superávit económico de más de dos mil millones de euros, como así ha ocurrido en 2010 con las cuentas de la Seguridad Social, y pese a la crisis.

Y qué me dicen de la institución llamada Ejército cuyo mantenimiento cuesta un millón de euros diarios al contribuyente español. ¿No habría que hacerle una reforma en profundidad para que no sea tan deficitario? Por ejemplo, eliminándolo de la vida pública española y dejándolo en el Museo, porque allí rentaría algo a los españoles. Y ¿qué me dicen de la institución eclesiástica?, ese monopolio de los valores, la verdad y la ética, que se siente por encima de la Constitución. En fin, no hablemos más de instituciones deficitarias  y dejen libre el camino para la jubilación voluntaria a partir de los 50 años, mejoren el sistema de pensiones haciéndolo más equitativo, aumentando las contribuciones a la Seguridad Social. Sobre todo piensen en el futuro de la sociedad española apoyando ese futuro mediante el aumento del porcentaje del PIB destinado a las familias (ayudas al nacimiento, mensualidades por hijo, permisos laborales, flexibilidad de horarios, actualización y universalización de las ayudas, etc.). No se dejen engañar por las mentiras repetidas y gocen del éxito de una jubilación con más años y salud, donde el sexo sigue siendo una fuente de bienestar.

EL BURKA Y LA IDENTIDAD PERDIDA

Este artículo se publicó en Rioja2.com el diez de febrero de 2010. Sobre la Grandeur y monsieur Sarkozy y totalmente de acuerdo con Sami Naïr:

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Burka/elpepiint/20100227elpepiint_9/Tes

Hace unos días, el primer ministro francés, François Fillon, mostraba una serie de medidas patrióticas con el fin de reforzar la identidad gala. Una identidad perdida, según el gobierno francés, ante la llegada de extranjeros que no han hecho suyos los símbolos y valores de la República, y que la atacan y socavan con sus manifestaciones antipatriotas, como se considera a las pitadas y silbadas de la Marsellesa cada vez que la selección nacional de fútbol juega contra un equipo magrebí, pese a que entre sus filas cuente o haya contado con jugadores de la talla de Zidane, verdadero icono de la juventud francesa de origen argelino.

Hace unos meses, el presidente Sarkozy estimuló un debate acerca de prohibir el uso de la vestimenta femenina, como el burka o el niqab, que es una prenda que sólo deja descubiertos los ojos, entre las integrantes de corrientes religiosas islamistas fundamentalistas, al advertir que el burka “no es bienvenido en Francia”. Sarkozy aprovechaba una decisión antecedente del Ministerio de Inmigración  e Identidad Nacional, de denegar la nacionalidad a un hombre que obligaba a su mujer francesa a vestir el burka. Ya en 2008, también se había denegado la nacionalidad francesa a una mujer marroquí, de la corriente salafista, que vestía con el velo integral.

Los parlamentarios de la mayoritaria UMP, consideraron que este tipo de manifestaciones públicas (vestidos y silbidos), deberían ser prohibidos en el espacio público, pues van contra  las señas de identidad francesa. Pero si bien la vestimenta es fácil de reglamentar su uso, más difícil lo tienen contra la voluntad libre de expresarse mediante silbidos, pitos y cuchufletas. De ahí que mediante el ardid del ministro de Inmigración e Identidad Nacional, al crear una página web para que los franceses se expresaran acerca de lo que entendían por identitario, y tras diferentes sondeos de opinión pública en los que más de la mitad de los encuestados se manifestaron en contra del uso del burka, el gobierno se sintiera respaldado para sacar una lista provisional de medidas en defensa de la identidad nacional.

Son medidas provisionales, pero que denotan el verdadero objetivo que enmascaran, que no es otro que la lucha contra el establecimiento de una sociedad multicultural y la imposición de una cultura homogénea, bajo el paraguas de la República. ¿O es que no resulta ridículo que una identidad tan poderosa como la francesa, que ha sometido bajo su bandera, su himno –la Marsellesa- y los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, a numerosos pueblos y naciones, pueda sentirse ahora amenazada por algo menos de dos mil mujeres musulmanas que utilizaban como vestimenta el burka?

Como en los aeropuertos, podría restringirse el uso de ciertas prendas si estas atentan contra la seguridad, o bien si se trata de prevenir la violencia o la delincuencia; pero nunca como un medio de limitar la libertad de las personas con el justificante de que van contra los valores culturales de la identidad. Por que los valores culturales son subjetivos y pertenecen a los ciudadanos y a los grupos de ciudadanos que los comparten, pero nunca al Estado, ni a su supuesta y falsa identidad colectiva. Ni siquiera es atribuible esta restricción a la supuesta defensa de las mujeres, pues para muchas mujeres musulmanas la vestimenta que las cubre parcial o totalmente es un signo de identidad y no un signo de sumisión. ¿Qué restricción podría imponerse a las mujeres que muestran y no cubren su cuerpo, parcial o totalmente? ¿Habría que obligarlas a cubrirse para no demostrar sumisión a los intereses libidinosos de los hombres? Resulta ridículo, casi tan ridículo como cuando se impuso la moda entre los adolescentes de mostrar su ropa interior, un modo más de construir su identidad, y algunos centros escolares impusieron sanciones por esta forma de vestir. Al final se impuso la voluntad individual de los jóvenes, y las normas acerca de lo que se entendía por corrección en el vestir se guardaron en el cajón demodé.

La identidad no puede forjarse restringiendo las libertades individuales, o los referentes que la soportan si estos son múltiples y variables. En suma, no se deben enfrentar las personas y las comunidades a las que se adscriben, por muy profundas que sean las diferencias étnicas, religiosas, de lengua, vestido o alimentación, etc. Hay que construir esa identidad mediante políticas inclusivas, que reconozcan a todos los mismos derechos, entre otros el de vivir y relacionarse en una sociedad que asuma los cambios culturales y la pluralidad de sus manifestaciones. Lo demás es practicar la búsqueda del santo grial, perdón, la búsqueda de la identidad perdida.

HACER POLITICA EN AUSENCIA DE POLITICOS

Este artículo se publicó en Rioja2.com el catorce de enero de 2010. Comento los resultados de encuesta que perfilan a los profesionales de la política como uno de los principales problemas de los españoles.

La clase política preocupada y ocupada por intereses electorales, ajenos como están de las demandas y necesidades ciudadanas, embarcados en la bronca y mediatizados por la política clientelar, ignoran la vida ciudadana si no se ven forzados a reconocerla por la huella mediática que les refleja algo de lo que sucede más allá de los despachos. Así lo indican los dos últimos barómetros (diciembre y noviembre) elaborados por el CIS, donde la clase política y los partidos políticos aparecen como el tercer principal problema de los españoles, por detrás del paro y la economía y por delante, nada menos, que del terrorismo, la inmigración, la educación o la vivienda.

Cuando la clase política y los partidos políticos viven ajenos a la ciudadanía esta no sólo muestra su desafecto hacia ellos, sino que aumenta el número de ciudadanos que hacen la política a su alcance; es decir, una política de proximidad, una política bajo, con, de, desde, hacia, hasta, para, por, según, sobre, tras la cosa pública. La ciudadanía comprometida con la sociedad no ha dejado de hacer política nunca, y a ella se van sumando cada vez más grupos, asociaciones, organizaciones y movimientos ciudadanos de toda índole, participando en la vida ciudadana de modo reivindicativo y transformador.

Los grupos de edad más jóvenes, mientras las encuestas ofrecen un panorama desolador hacia la participación en la contienda entre partidos políticos a través de su participación en las citas electorales (pasan de votar), la realidad nos los muestra como uno de los grupos ciudadanos más activos en la transformación y el cambio social. Desde la reivindicación de otro mundo es posible, hasta sus acciones a favor de la educación pública, el laicismo y el respeto hacia los demás; promoviendo relaciones de igualdad entre los sexos, integrando a los excluidos y a los sin papeles en su actividad, luchando contra la especulación inmobiliaria mediante la ocupación; promoviendo la autogestión y la participación y favoreciendo la democracia participativa, han demostrado ampliamente que no son ajenos a la actividad política.

Otros grupos de edad, invisibilizados a causa de políticas asistencialistas de corte electoral; es decir, los mayores de cincuenta y cinco años, también son ciudadanos comprometidos con la conservación y la sostenibilidad de una sociedad justa y solidaria y para ello se inscriben en asociaciones, organizaciones y movimientos sociales de corte solidario en apoyo de los más débiles, los enfermos o los excluidos, entregando buena parte de su tiempo ocioso a estas labores. Sin su concurso, sin su actividad productiva y no remunerada, nuestras ciudades dispondrían de auténticos vertederos humanos. Y sin su concurso tampoco sería posible el sostenimiento del Estado del Bienestar, en un momento en que se insiste tanto en que las míseras pensiones son insostenibles en un sistema de capitalismo avanzado. Ellos (principalmente las mujeres) más que ningún otro grupo colaboran en el sistema de servicios sociales cuando el Estado no llega a cubrir la demanda básica.

Y qué ocurre en el huerto riojano, pues más de lo mismo; es decir, prácticamente nadie cree que los representantes públicos sean muy honestos con la ciudadanía y sólo uno de cada cuatro, un  24%, los considera bastante honestos. Por el contrario, la gran mayoría de los riojanos (70,8%) califica a los dirigentes políticos de poco o nada honestos según los datos del último barómetro de opinión elaborado por la consultora Riocenter. La última muestra de desafecto político hacia los ciudadanos ha sido la bronca organizada por los kikos neocatecumenales y las cucas camorras en torno a un calendario municipal. Como no disponen de cultura política, ni saben desarrollar una actividad política con el apoyo y la participación ciudadana, deciden aprovechar el turbio manejo de los medios afines (no haré publicidad de Intereconomía, COPE o Vocento), para enturbiar aún más su paso o paseillo por la política.

Es inevitable, no se les puede pedir coraje a quienes odian la convivencia democrática.

LA COEDUCACIÓN

Este artículo se publicó en Rioja2.com el veintiséis de noviembre de 2009. Recuerdo que entonces estaba hablando con mis alumnos jóvenes y adultos sobre las relaciones de género y que pocos sabían nada acerca de la coeducación, lo cual me animó a establecer las bases de un debate con este texto.

Un juez de la Audiencia de Cantabria absolvió la pasada semana a un joven de catorce de años de un delito de violencia de género hacia su novia al considerar que era un enamoramiento propio de adolescentes, sin proyecto de futuro, y que por tanto no era equiparable a la relación de pareja que exige el Código Penal. Por su parte, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, señalaba esta semana que la violencia de género no es una cuestión de edad, corroborándolo a través de datos como el hecho de que sean más del 32% las órdenes de protección que provienen de mujeres menores de treinta años, en casos de violencia de género, o que el 17,7% de los hombres menores de esa edad piensa que ser agresivo les hace más atractivos, una opinión compartida también por un 4% de las mujeres.

Si todos estos jóvenes han nacido en democracia y se han beneficiado de las conquistas sociales de sus padres en materia de igualdad, qué ocurre o qué ha ocurrido para que persistan las actitudes y comportamientos propios del más rancio machismo de los tiempos de la dictadura. A mi modo de ver falta formación, socialización en los valores propios de la coeducación.

Pero para que el modelo educativo igualitario, para que la coeducación tenga impronta entre los jóvenes, no es suficiente que alguien se encargue de impartir clases de igualdad, ni tampoco que se implante una asignatura sobre igualdad en un curso concreto, sino que es necesario que los valores de la igualdad impregnen los programas educativos de cada centro durante toda la vida escolar, de modo que la formación del alumnado tenga siempre un horizonte igualitario. Y también es necesario que en el seno de los hogares se negocie la participación corresponsable en todas las actividades desarrolladas en su interior sin distinción de sexo o edad, pues es en el interior de los hogares donde mejor se puede llevar a cabo esta formación, esta socialización en la igualdad.

Recientemente se preguntó a más de doscientos jóvenes universitarios de entre 18 y 29 años por su participación en las tareas domésticas, y especialmente en la limpieza de los cuartos de aseo y baño, y más de la mitad (hombres y mujeres) no habían llegado a ningún acuerdo de corresponsabilización en dichas tareas, principalmente entre los más jóvenes. Tan sólo entre aquellos que habían iniciado una relación de pareja habían negociado su participación en el desarrollo de estas tareas, sin adscribirlas a un determinado sexo, como sí ocurría entre los más jóvenes, que declaraban no haber realizado otras que las asumidas por mandato. Pero aún hay más, cuando se les inquiere por su educación sentimental y afectivo sexual, pocos, muy pocos la han recibido en sus hogares y ninguno en el sistema educativo, si obviamos las charlas de una hora o los folletos que se dieron en algunos centros.

Hay un gran desconocimiento del valor de la coeducación y sobre todo no hay una praxis de la misma, dejando todo, como la economía, al socaire del mercado que sigue promoviendo el sexismo para la venta de sus productos. Y al socaire de los fundamentalistas de aquellas organizaciones religiosas contrarias a la igualdad, que imparten doctrina, no desde los púlpitos, sino desde los estrados de las escuelas, imponiendo un modelo que hunde sus raíces en la discriminación en función del sexo. Por todo ello es bueno que haya materias cívicas, de moral y ética cívica, como cuando se desarrolle y extienda por todo el curriculum escolar la “Educación para la ciudadanía”, pero también que los principios y los valores de la coeducación impregnen todo el sistema educativo, extendiéndose finalmente a los hogares y las familias.

En cierta ocasión (Giró, 2005) señalaba que la coeducación acepta la diferencia de hombres y mujeres y parte de ellas, pero no las jerarquiza. Integra los aspectos valiosos de ambos géneros y fomenta el desarrollo de todas las personas. En este sentido, la coeducación se fundamenta en el desarrollo de las habilidades para la vida tanto en las chicas como en los chicos, de forma que se puedan compartir corresponsablemente los espacios públicos y privados. Que las chicas asuman los conocimientos que precisan para desenvolverse con éxito en la vida pública, como que los chicos adquieran aquellas habilidades que son imprescindibles para actuar de manera autónoma y solidaria en las distintas esferas de la vida privada. Porque la coeducación es educar a los chicos y chicas de modo que puedan establecer en su momento unas relaciones sin que se genere dependencia de ningún tipo, ni de cuidado personal, ni emocional, y promoviendo que desde la autonomía personal se pueda vivir una interdependencia sana y adulta.

DE LA MUERTE Y TODOS LOS MUERTOS

El 30 de octubre de 2009 se publicó este artículo en Rioja2.com

Estamos a las puertas del día de los muertos. Del día que celebramos a todos los muertos. Ya han comenzado las campañas de venta y adquisición de flores. A los niños y adolescentes, para su formación, se les recuerda que el próximo uno de noviembre se girará visita al cementerio donde se encuentran aquellos parientes fallecidos y que apenas conocieron, pero que es necesario recordar para mantenerlos vivos, al menos en la memoria. Nuestra intención es familiarizarlos con la existencia de la muerte (ellos que disfrutan de tanta vida), pero también familiarizarnos nosotros mismos con el destino, un destino que no nombramos pero cuyo encuentro no podemos soslayar. Y es que hablar de la muerte exige hoy día vencer muchísimas resistencias, pues salvo para góticos y otras tribus reconocidas por los halloween anglosajones, la muerte es un tabú, como lo fue el sexo para las generaciones sometidas a la dictadura y el catolicismo ultramontano.

Tampoco el consumo se ve estimulado a tratar la muerte si entendemos de la fugacidad del tiempo y la vida. Los intereses comerciales promueven la imagen de la eterna juventud y rechazan el proceso de la vida natural, con su inevitable decrepitud, deterioro y desaparición. El único cadáver aceptable es el “exquisito”, protagonizado por aquellas estrellas suicidas de drogas o coches estrellados, que les permite alimentar el mito en forma de iconos de toda especie, que se prodigarán desde los almacenes al por mayor hasta las grandes superficies o las tiendas exclusivas.

Sin embargo, la muerte no es un acto instantáneo y voluntario como el que puedan representar estos cadáveres exquisitos, sino un largo proceso. Un proceso que se inicia desde el mismo momento de nuestra gestación y que nos llevará a un estado diferente de ser, como en una transición. Van Gennep consideraba la muerte como un “rite de passage”, y es que efectivamente, la muerte física marca el comienzo de un nuevo proceso que continúa después, a posteriori. Porque a priori, la muerte está en la propia vida, y el proceso de morir en la determinación de la enfermedad.

Hoy día parece que podemos elegirlo todo, menos la forma y el momento de morir (salvo entre los suicidas). Por medio se encuentran los familiares y los profesionales de la medicina que se inmiscuyen en el proceso de morir de las personas. La muerte no sólo implica al que se va sino también a los que se quedan. Y los que se quedan tratan de burlar a la parca, como si esta tuviera algún sentido en sus decisiones, o como si quien se va a morir no fuera capaz de tomar la decisión acertada o deseada.

Recuerdo que en el pensamiento de mis mayores se oponían dos clases de muerte: la buena y la mala muerte. Una buena muerte se caracterizaba, entre otras cosas, por la rapidez del desenlace, por la inmediatez, por lo inesperado, mientras que la muerte mala significaba semanas, meses o aun años de lenta agonía. La buena muerte, o la muerte feliz, es la que sobreviene sin estridencias durante el sueño, sin que se entere el afortunado. Recuerdo que mi madre, afectada en sus últimos años de una enfermedad respiratoria, sonreía cuando le contaba que podía morir sin darse cuenta a causa de un proceso que comenzaría con una especie de sopor causado por el anhídrido carbónico que le saturaría los pulmones, y acabaría con su vida en un sueño eterno del que no despertaría. Para ella esa era la muerte deseada. Una muerte sin dolor, corta o inesperada, una muerte sin agonía. Porque aún en el caso de que sea una muerte violenta, deseamos que ésta se produzca de manera rápida y sin dolor, porque lo que realmente nos asusta, no es tanto la propia muerte, como el dolor, el sufrimiento o la agonía.

Quien fuera mi profesora de Antropología, María Cátedra, decía que la buena muerte sucede a una cierta edad, cuando el individuo ha completado su ciclo vital (morir de viejo), y el desenlace ocurre sin enfermedades ni violencias, es decir, de una manera «natural». Los que mueren de viejos no padecen una enfermedad específica, sino que simplemente se terminan, es decir, se acaban. Éste tipo de muerte de vejez, o natural, representa a nivel humano la continuación del ciclo general de la naturaleza. Con la vejez empiezan a desaparecer los miedos a la muerte aunque, dependiendo de las circunstancias, se dan diferentes actitudes. Así ciertos ancianos pierden la consciencia total de su próxima muerte, en cuyo caso «no la sienten»; otros, en cambio, se resignan e incluso aceptan la idea y, por último, los que padecen fuertes dolores «piden la muerte».

La aceptación de nuestra humanidad, nos permitirá la consciencia y el conocimiento de la muerte y todos los muertos. In memoriam de todos ellos.