Cualquier actividad, incluso la más planificada u organizada está sometida al azar. Nuestra vida no depende exclusivamente de nuestra voluntad, de las directrices de la organización política, económica o social en la que estamos jugando desde hace mucho o poco tiempo y que nos indican el camino a seguir. Nuestra vida y nuestros actos están sometidos al azar, y como en la película de Woody Allen “Match Point” la pelota de tenis rueda por el borde la red hasta que finalmente cae de un lado u otro significando la victoria y la derrota y, en definitiva, el fin del juego y el partido para cada uno de los jugadores. En este film, Woody Allen deja muy claro que ni siquiera los crímenes tienen castigo porque el azar incluso puede cambiar los resultados esperados de las acciones y el comportamiento de las personas. En cualquier caso, la irrupción de lo que denominamos suerte pero que no es otra cosa que el azar, puede cambiar nuestro futuro y devenir.
Aun sabiendo de la existencia de esta combinación de casualidad y capricho interviniendo en nuestras vidas, no por ello pensamos que estamos predestinados o determinados (salvo algún calvinista recalcitrante), sino que admitimos que la vida es un juego donde como jugadores analizamos las diferentes estrategias, tanto propias como ajenas, con el fin de adoptar decisiones que nos permitan acabar con las incertidumbres y obtener los resultados apetecidos. Ya en 1944 se publicó el libro “Theory of Games and Economic Behavior” obra de un matemático, John von Neumann, y un economista, Oskar Morgenstern, y desde entonces no solo matemáticos y economistas, sino politólogos y sociólogos han desarrollado esta teoría de los juegos, aplicándola a diferentes modelos. En política, los partidos básicamente tratan de buscar al votante medio, conocer sus gustos preferencias, intereses, principios, valores, etc., para maximizar el discurso político adoptando cuanto puede ser propio de ese votante medio a partir del cual obtendrán la ventaja electoral sobre otros partidos, ya que sumarán los votos a la derecha e izquierda de ese votante medio.
Sin embargo, en el desarrollo de la teoría de los juegos, la política no parece que cuente con la masa de votantes sobre la que organizar los modelos. En estos momentos los llamados votantes muestran en numerosas encuestas el hastío y el cansancio por el juego de los partidos políticos, las disputas partidistas, señalando el bajo perfil de sus líderes, incapaces de conectar con su vida y existencia. Una existencia donde se mezclan situaciones de desamparo tan crueles como los hogares donde todos sus miembros están parados, donde se realquilan habitaciones para sobrevivir, o donde los hijos retornan a la casa de sus padres jubilados para compartir la rala pensión de jubilación. Donde la austeridad y el ajuste de su economía no les permite desde años salir una semana de vacaciones o salir por ahí una vez al mes. Donde una economía de guerra les lleva al consumo de productos, llamados blancos eufemísticamente, o bien a cambiar de dieta (para muchos una dieta proporcionada por el banco de alimentos).
Donde se acaba la prestación por desempleo y no existe otra clase de subsidio (por ejemplo una renta mínima de inserción, o subsistencia, o de ciudadanía, que el nombre para el caso da igual); donde la red que amortiguaba la exclusión se hace más pequeña y sólo el azar puede impedir verte en la calle. Donde la edad (mayores de 45 años), el género (mujeres), o la nacionalidad (inmigrantes), pueden ahondar más el abismo al que se precipitarán quienes muestren algunas de estas señas de identidad. Donde los autónomos ven perder sus negocios o sus trabajos porque nadie les compra o les reclama y como no disponen de prestaciones echan manos de los ahorros, si los tienen, hasta que los agotan.
Cuando las ONGs, las asociaciones, la red social y familiar se acaba o da signos de agotamiento algunos despliegan toda clase de estrategias de supervivencia, otros se desesperan y piensan en robar, y también hay quienes confían en la suerte y el azar y deciden jugar. Sin embargo, en esto de los juegos de lotería la suerte parece sonreír también a los políticos. En La Rioja, el consejero de presidencia, señor Del Río, lo puede atestiguar; pero quizás, el más emblemático en estas fechas ha sido el presidente de la diputación de Castellón, el señor Fabra, un hombre afortunado al que en unos pocos años le sonrió con acierto la lotería en más de una ocasión (la última en el sorteo del niño le reportó un premio de dos millones de euros).
El señor Fabra debió pensar que aquello de afortunado en el juego desgraciado en amores no iba con él, pues la fortuna acompañaba a todo el clan familiar; pero mira por dónde intervino una vez más el azar para estropearle un futuro tan venturoso. En su fuero interno sabía que en el partido son tantos los corruptos y chorizos que utilizan el poder político para forrase, que sus actos pasarían desapercibidos en el conjunto amplio de correligionarios inmersos en tanta actividad delictiva. ¡Ja!, la bola de partido no podía seguir en el aire tanto tiempo y ahí estaba el azar inclinando la justicia hacia su encuentro, sin por eso descuidar amigos y allegados participantes en esa tupida trama que el poder teje como en las mafias sicilianas. Puede que la vida sea como la lotería en la que el azar nos conduzca hacia uno u otro lado de la red, pero no dejemos que jueguen por nosotros. Suerte.
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