DESCONEXIÓN

Tenemos dificultades para desconectar y descansar nuestra mente y ciframos nuestras esperanzas en la llegada del fin de semana o de las vacaciones. También hemos pensado en la probabilidad que tras las elecciones del 28 mayo se habrá acabado el bombardeo constante de mensajes, programas y opiniones de todo tipo (como si no fuera cierto que llevamos ya cuatro años en periodo electoral y además todavía nos faltan las elecciones generales de julio), para de ese modo acabar con el embotamiento de nuestra conciencia.

Pero cuando hablamos de desconectar nuestra mente y cesar el flujo de noticias y anuncios que invaden nuestra vida personal, no estamos pensando sólo en las elecciones y las campañas electorales, sino que estamos soñando en dejar atrás el agotamiento que nos producen las tareas y responsabilidades cotidianas. Porque son las preocupaciones del día a día las que despiertan en nosotros la ansiedad y el estrés que nos impide ese descanso necesario con el que revertir los sentimientos de tristeza o frustración que nos acompaña.

Yo he probado dejar fuera de mi vida ciertos estímulos adocenantes como la televisión, pero no he dejado de escuchar puntualmente programas informativos de radio o la lectura de la prensa. Y, sobre todo, no he dejado de lado las redes sociales como buen adicto a la tecnología. Así que de poco me ha servido dejar de lado un solo medio para desconectar.

Y, sin embargo, recuerdo de mi primera juventud cuando no sufría de insomnio o de dificultad para concentrarme, que pasaba los días realizando actividades placenteras, siendo consciente de lo que hacía y de lo que necesitaba sin el apremio de consumir. Y esto era posible porque pasaba mucho tiempo en relación con los demás y conmigo mismo, escuchándolos y escuchándome, manteniendo la comunicación y en conexión con la naturaleza.

Entiendo que si hoy nos cuesta tanto desconectar e interrumpir el nexo de una vida estresada y que nos ha conducido a ser el país del mundo donde se toman más tranquilizantes (ansiolíticos, hipnóticos, y sedantes), es porque nos hemos desconectado de la naturaleza y, por tanto, de nosotros mismos.