IGUALES PARA HOY

Y no, no es del cupón de la ONCE, y no voy a tratar de aquellos vendedores ciegos que voceaban la tira de iguales que llevaban prendida en la solapa con un alfiler. Me quiero referir a la letanía sobre la igualdad que desde hace meses predican los videntes del Partido Popular, y con la que como un martillo pilón nos machacan desde todos los medios a su alcance, que no son pocos, hasta lograr que se tatúe en nuestro cerebro la palabra Igualdad. Igualdad formal y sin significantes, porque no se trata de igualdad material, ni de igualdad de género, o de oportunidades, o económicas, ni de igualdad social, cultural o política.

Y ni siquiera se puede creer que prediquen realmente la Igualdad formal, fundamentada en el artículo 14 de la Constitución Española, cuando dice que los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Pues la realidad como muy bien conoce el acervo popular, ese conjunto de bienes morales y culturales acumulados por tradición, la justicia es ciega y no es igual para todos, tal y como bien se puede explicitar en numerosísimos ejemplos de discriminación y privilegio, quizás el más palmario aquel con el que se identifica al emérito jefe del Estado.

Por supuesto que nunca se acompañará la Igualdad de cualquiera de sus significantes, porque eso delataría al orador en sus pretensiones, ya que, por más que lo intentara, la desigualdad material en cualquiera de sus acepciones es manifiesta y, en todo caso, debería pronunciarse en el mismo sentido que señala la Constitución de remover los obstáculos que impiden la igualdad real en cualquiera de sus manifestaciones.

Pero lo más curioso es que la divisa republicana de libertad, igualdad y fraternidad que representa la lucha contra la desigualdad y el abuso de poder en la Revolución Francesa, está en nuestro país adoptada por la derecha (Ayuso Libertad, Feijóo Igualdad), y quizás muy pronto por la extrema derecha, que bien podría utilizar en futuras convocatorias la exaltación de la fraternidad.

HASTÍO

¿Cómo podríamos definir el periodo electoral compuesto por cuatro años de deslegitimación de los gobiernos electos para demandar nuevas elecciones? Y cómo a cuatro años de falta de acuerdos y consensos en la elaboración y aprobación de proyectos de ley. Y cómo a cuatro años de propaganda electoral en todo tipo medios, desde los escritos hasta los audiovisuales, pasando por las redes, donde podemos ver que ya se utilizan hasta programas automatizados (los ya cotidianos “bots”), para insultar, ultrajar y difamar, o bien para alabar, elogiar y ensalzar a enemigos o amigos según sea la orientación política del programador, bien sea este autónomo o a sueldo. Yo lo interpreto por sus consecuencias, que son las del hartazgo.

¿Y cómo definir el cuarto año de esos periodos cuatrienales, señalado como el año de las elecciones municipales, autonómicas (aunque en esta ocasión libran Galicia, Euskadi, Catalunya, Andalucía y Castilla y León, que ya pasaron por la urna en su momento), y generales?. Pues yo diría que, como cuando hablamos del día de la marmota, este año podríamos definirlo como el del muermo.

Y aunque nos han dicho que la campaña electoral de dos semanas no empezará hasta el doce de mayo, todos sabemos que la miríada de agrupaciones y partidos políticos están desde navidades en pleno ejercicio de lo que ellos denominan periodo preelectoral. Y eso sin contar que a pesar de que las elecciones generales no se celebrarán hasta diciembre, ya están todos metidos en faena, como si las de mayo no fueran sino un aperitivo de lo que esperan conseguir a finales de año, de tal modo que se confunden y se superponen los mensajes y los discursos, siempre empeñados en trabajar para los españoles y los ciudadanos, para los empresarios y los trabajadores, para agricultores y ganaderos, para los hombres y las mujeres, para jóvenes y viejos, etc., etc., y así hasta ocupar con sus alocuciones llenas de promesas a todas las personas que se encuentran con capacidad para votarles.

El cansancio que produce este largo y permanente periodo electoral ya no sólo produce aburrimiento, cansancio o fastidio, sino que llega al hastío.

INSOSTENIBLES

Conforme avanzamos en este año electoral aumenta el número de “palabros” que principalmente los políticos y los medios como altavoces, pero también las empresas comerciales de productos y servicios repiten hasta la saciedad para conseguir hacerlas vehiculares entre la población.

Ya nadie se pregunta qué es eso de la resiliencia, palabra tomada del inglés, que, utilizada para significar la adaptación frente a situaciones adversas, y repetida exageradamente, ha pasado a formar parte del discurso científico. Más popular resulta la coletilla “y mucho” que sustituye al superlativo “muchísimo” o al adverbio “muy”, y que está siendo repetida de modo desmesurado en los programas de radio.

Más propio de los políticos es “poner en valor” algo, tratando de conseguir que cualquier cosa se aprecie como de importancia o utilidad, y estimando sus cualidades para promover su valoración positiva. Pero si hay un palabro repetido en periodo electoral es el de “apostar”. Apuestan por mejorar, cambiar o transformar lo que sea, como si el hecho de apostar fuera una garantía de que los pronósticos se cumplen a favor de su apuesta. Si fueran más precisos proporcionarían las apuestas de sus competidores o rivales electorales, con el fin de que los ciudadanos pudieran comparar y establecer qué pronósticos pueden tener más probabilidad de cumplirse. No sé si a rebufo de tanto político apostando, es curioso y no es casualidad, que se hayan desarrollado diferentes casas de apuestas donde se puede apostar a política y a elecciones.

Y como no da más de sí esta columna no quiero pasar por alto el cargante y reiterado palabro de “sostenible”. Parece que hasta hoy hemos vivido en un mundo no sustentable, donde todos los productos y servicios de energía, producción, transporte y comercialización han existido sin tener en cuenta la protección de la salud pública, el bienestar y el medioambiente. Hacer ahora todo eso sostenible, sería hacerlo de modo que no se agotaran los recursos naturales de que dispone la sociedad, ni tampoco se pusiera en peligro la supervivencia del planeta.

Vamos, que apostamos, y mucho, por el sostenimiento de la guerra en Ucrania, a la que ponemos en valor, porque somos resilientes.

POLARIZACIÓN POLÍTICA

Desde hace tiempo observamos como la polarización política está envenenando la convivencia ciudadana. Cierta gente rechaza a sus oponentes políticos porque ven las cosas de manera diferente a la suya. Por su parte, los medios de comunicación (prensa, radio y tv) amplifican esta polarización, cuando no son ellos mismos quienes toman posiciones encontradas frente a los que no pertenecen a su mismo grupo empresarial o editorial. Y toda esta polarización política se expande hasta la náusea en las redes sociales, donde se imposibilita definitivamente el diálogo o la reflexión.

Pero lo cierto, es que la mayoría de los ciudadanos se encuentran de vuelta de estos intereses creados por los grupos políticos, viéndose más bien interpelados por sus circunstancias personales, bien sean estos de carácter familiar, laboral, sanitario o económico, las cuales son prioritarias en sus configuraciones vitales, y por extensión, comunitarias.

Se espera de los políticos que dialoguen, negocien, y en esto de la negociación, sabemos por experiencia que ambas partes deben ceder algo en sus pretensiones con el fin de consensuar y llegar a acuerdos. Sin embargo, y a pesar de que, en estos meses previos a las elecciones, los candidatos políticos se presentarán en un contexto político de crispación y enfrentamiento, como los defensores del consenso y la convivencia, la realidad de modo impertérrito se manifiesta exhibiendo acuerdos imposibles.

Precisamente del análisis de esta realidad deberíamos deducir que estamos ante políticos inútiles, pues si tras cuatro años han sido incapaces de llegar a ningún acuerdo, una respuesta adecuada debería ser su sustitución por políticos más capaces.

Se podría establecer un libro de balances donde el en el Debe se anotarían todos los desacuerdos y su importancia para la convivencia en sociedad, mientras que en el Haber se anotarían todos los acuerdos conseguidos y su valoración social. Si observamos que en su conjunto suma más el Haber que el Debe, el candidato tendría derecho a seguir en la política, pero si fuera lo contrario, que el Debe es superior al Haber, debería abandonar la política y ser sustituido por personas y candidatos más capacitados para lograr acuerdos que mejoren la vida en sociedad.