Celebramos los cumpleaños por rutina. Asumimos la función de cumplir años, como si esto supusiera un contrato que nos obliga el hecho de vivir, de seguir vivos y por tanto de celebrar la existencia. Pero ¿es que los muertos no cumplen años? Yo creo que sí, que también cumplen años y, unas veces conmemoramos el aniversario de su fallecimiento y otras celebramos su nacimiento. O quizás ni conmemoramos ni celebramos el cumpleaños del difunto. Porque, qué sentido puede tener recordar el paso del tiempo de una persona cuya existencia se mide en una eternidad, es decir, en lo contrario de un tiempo con duración limitada, de un tiempo contable y limitado por una existencia fugaz. Así pues, conmemoramos más el aniversario del fallecimiento que el nacimiento del difunto, y lo hacemos a través de la memoria de cuando estuvo vivo, mediante un homenaje que se basa en los recuerdos de la vida del ser fallecido, de los múltiples momentos, anécdotas e historias que cuajaron su vida.
Los muertos cumplen años desde su fallecimiento, mientras que el año del nacimiento se celebra entre los vivos, entre los que aun valoran el milagro de la vida. Y entre los vivos el cumpleaños pasa por distintas etapas a lo largo de nuestra existencia, porque si bien desde pequeños nos instruyeron en el ritual de celebrar el aniversario del nacimiento como un modo de ser mayor, de avanzar en la existencia y vivir desprendiéndonos de cuanto suponía la etapa infantil, adolescente y luego juvenil para ser definitivamente adultos, lo cierto es que una vez nos consideramos adultos vivimos los cumpleaños con un cierto deje de tristeza, porque los tiempos pasados se observan a partir de entonces con nostalgia, y porque la memoria comienza a dotar aquellos años de una pátina de felicidad. Y es que hacernos mayores, es contar los años que nos pueden quedar de vida y no los años que nos quedan para hacernos adultos, que ha sido la trampa en la que nos hicieron caer nuestros mayores cuando aún desconocíamos el valor del tiempo en la existencia finita de nuestras vidas.