BRAGAS Y BRAGAZAS

En las últimas semanas nos han ofrecido en toda clase de medios y hasta la saciedad, pese a que aún no ha acabado todavía, al presunto delincuente Rubiales y más cerca de nosotros, a esos jovencitos en celo de la Universidad de La Rioja, que como señala un amigo mío celebran la berrea a través del WhatsApp, reclamando para atraer a sus congéneres, chorradas y zafiedades como que les romperían las bragas.

Estos jovencitos a pesar de que ya han visto muchas películas pornográficas desconocen que las bragas, como muestra el Tesoro de la Lengua de Sebastián de Covarrubias, son cierto género que se ciñe por los lomos y cubren las partes vergonzosas por delante y por detrás, y un pedazo de los muslos tanto masculinos como femeninos. Así usan de ellas los religiosos y llámanlas paños menores. Antiguamente usaron de las bragas los que servían en los baños, por la honestidad, los que se ejercitaban en los gimnasios, luchando y haciendo los demás ejercicios desnudos. Los que entraban a nadar, que se enseñaba en Roma con gran cuidado, por lo mucho que importaba para la guerra. Los pregoneros, porque no se quebrasen dando grandes voces. Los comediantes, los cantores, los trompeteros y los demás que tañían instrumentos de boca.

En fin, que las muchas acepciones de bragas, braguetas, bragueros y cómo no, del muy señalado braguetazo, no nos libra de habernos convertido y no por arte de birlibirloque en una sociedad de bragazas. Reconozcamos que formamos parte de una sociedad de personas condescendientes con los deseos de los poderosos, de los que poseen riqueza, poder o ambas cosas. Aceptamos lo que nos indican que hagamos sin un mínimo de crítica. Nos acomodamos a los cambios, incluido el climático, sin intervenir en esos procesos, dejándonos llevar y traer al compás que nos marcan en los noticieros. Vivimos anestesiados en la incertidumbre de modo que al más tonto lo convertimos en el referente de nuestras vidas. Por eso, si hay que linchar a alguien los medios se encargarán de señalarnos al culpable, no vaya a ser que nos interroguemos acerca de nuestras vidas sacrificadas, desgraciadas, en suma.

TODO NOS DA IGUAL

Hace un calor espantoso. Las temperaturas han aumentado (1,5 grados más). El anuncio del cambio climático ya nos es conocido y hasta asumido. Sin embargo, la necesaria adaptación a estos cambios en un periodo que se ha denominado como de transición ecológica nos es indiferente, porque nos parece que está destinado a las generaciones más jóvenes, que son en definitiva las que les tocará sufrir con intensidad este entorno de cambio climático irreversible. Por esto, a la mayoría de los adultos, los que ya no tenemos veinte años, todo nos da igual.

Y si para amortiguar este calor insoportable nos dicen que habría que hacer más verde la ciudad llenando de árboles sus calles, creando espacios estanciales donde los niños encuentren el sitio que otros conocieron en sus infancia para jugar y relacionarse, y donde crecer sin peligro cerrando el paso a los vehículos motorizados en beneficio del paseo y la bicicleta, nosotros, sin embargo, adoptaremos la postura del avestruz cuando los responsables municipales destruyan el escaso espacio peatonal y ciclista, prometiendo más circulación motorizada y aparcamientos en superficie, de modo que el impulso desarrollista de los años sesenta del pasado siglo se imponga al modelo social más elemental del siglo XXI y de la necesaria transición ecológica. Pese a constatarlo, todo nos da igual.

Y si todos, a pesar de saber que la violencia machista (la que ejercemos los hombres sobre las mujeres a las que consideramos, bien de nuestra propiedad como las cosas, o bien como seres dependientes de nuestra voluntad), sigue abriendo los noticieros y las primeras páginas de prensa con la agresión o la muerte de alguna de ellas, preferimos ponernos la venda en los ojos y pasar página, como si eso sucediera en cualquier lugar desconocido y entre personas ajenas a nuestro entorno, seguirá ocurriendo, porque todo nos da igual.

Y si los dirigentes, aquellos que reclaman nuestra adhesión en sus discursos y anuncios, lo hacen mediante el bulo y la mentira, la falsedad y la superchería, nosotros seguiremos otorgándoles el voto de confianza, a sabiendas de su engaño e impudicia, porque todo nos da igual.

DESASOSIEGO

Llevamos varios días en los que notamos cierto malestar y no sabemos atribuirlo a alguna situación en particular. Puede ser que el cambio horario nos haya alterado algo más de lo habitual, pero lo cierto es que el cambio se produjo a finales de marzo y ya nos hemos hecho a la nueva rutina del periodo estival. Esto también nos puede hacer pensar que ha sido con la llegada de la primavera y el aumento de la luz, la causa de que suframos cambios hormonales que alteran nuestro estado emocional, aunque sería más propio de estos cambios el aumento de la energía, la vitalidad y por añadidura la alegría.

 Entonces, a qué se puede deber nuestra inquietud, nuestra desazón de estos días. Puede ser que los problemas de carácter económico sean el origen de esta intranquilidad que nos acompaña, como ocurre con la subida de los tipos de interés hipotecario, o quizás la inflación, principalmente con la subida de los precios de los alimentos básicos que nos invita a repensar la cesta de la compra y el menú cotidiano. La verdad, es que todos los problemas económicos en su conjunto nos producen esa sensación de ansiedad con la que nos levantamos de la cama, mal dormidos, o no habiendo descansado suficientemente como para disponer de la energía necesaria con la que afrontar los nuevos días.

Y si atendemos a las noticias, estoy seguro que siempre nos dejan un poso de intranquilidad, aunque no nos atañan personalmente pero sí indirectamente, como ocurre por ejemplo con las predicciones del tiempo, la sequía y el cambio climático, o con la política verde y la ecología, que ya no va  a tener representación electoral en las elecciones del 28 de mayo por exigencia de IU en su acuerdo con Podemos, y que en definitiva deja la lucha contra el cambio climático que debería ser de carácter transversal y prioritaria, como un mero adorno programático, o incluso puede que ni siquiera aparezca.

En definitiva, son muchos las causas de ese malestar que no logramos situar, y por las que no tenemos paz ni reposo y sí desasosiego.